martes, 31 de julio de 2012

280 Cristales rotos


Convocatoria de relatos cortos "Historias de portería"Hoy en la Esfera cultural podéis leer (y comentar)  mi texto Cristales rotos. Esta es mi participación en el concurso Historias de Portería. En La Esfera Cultural encontraréis las bases del concurso, y leer los textos presentados. El plazo para participar finaliza el próximo 15 de agosto. 


Yo marcho de vacaciones, al pueblo, como antaño. Espero encontraros por aquí a la vuelta. Un abrazo a tod@s, los mejores deseos, son días perfectos para escribir, para descansar, para leer, o para no hacer nada. 


Podéis leer Cristales rotos aquí.
Aquí podéis escuchar el texto, narrado por La Voz silenciosa, con efectos especiales incluidos:

domingo, 15 de julio de 2012

279 Mentiras de Circo


Cada día salen alegres de la chistera: aletea la paloma, corretea el conejo. Salta, entre los taburetes, el elefante; camina, a dos patas, el caballo. Ellos lo saben, ya no hay magia, ni siquiera brujería. Algunos se preguntan por qué no emprenden el vuelo, por qué no se escapan.

Ya es tarde, como si supieran hacer otra cosa. Se lamentan de no conocer  mas oficio que el escenario. Lagrimean por sentirse perdidos fuera de la jaula, por no saber transitar entre la muchedumbre. Les embarga el miedo a perder su vista en la  lejanía. El oso interpreta al mago, el tigre se balancea en el trapecio, el perro azuza el látigo, la foca vende palomitas.

Desde la grada, confundido entre el público, el chimpancé aplaude. 


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Con este texto la serie "Sueños de Circo" llega a 19 relatos. Los podéis encontrar, todos juntos, bajo la misma carpa. Aquí los podéis leer todos.

domingo, 8 de julio de 2012

275 Jaque mate


Apuró el vaso, respiró hondo y, disimulando su mirada belicosa, movió  la torre. “Ahora tú”, indicó ella. No se atrevió a mirarla a los ojos. Atenazado por el recuerdo amargo del fracaso, se rascó la pierna mientras el sudor patinaba por su rostro.  Observó incrédulo la disposición de las piezas en el tablero: no podía entender tan magno desacierto.  Era su turno, el instante tantas veces soñado. Sus dedos temblorosos desplazaron el alfil y, astillando el silencio, musitó las dos palabras mágicas.  Ella alzó su cuerpo de forma impulsiva. La sombra de su enorme anatomía, reflejada por la luz blanquecina de las bombillas, eclipsaba el cuerpo diminuto del hombre. Éste, cabizbajo, empezó a rebuscar entre los bolsillos del pantalón. Moby-Dick estalló en sollozos.  El Capitán Ahab, acariciándole el rostro, le ofreció caramelos. 

 ©  Xavier Blanco 2012