Fátima está contenta -son sus primeras
vacaciones-, pero no comprende por qué su madre llenó la maleta de fotos
antiguas, ropa de invierno y comida. Mucha comida. Ha viajado en autobús,
en barco y en camión, por diferentes países; ha descubierto cielos de
innumerables colores. Cruzando la vía del tren está su destino. Eso dice el
abuelo. Fátima pregunta a su muñeca, si en el país de las vacaciones también
hay muros de alambre y policías vestidos de gris. La muñeca, agitando la
cabeza, responde que no. Sin moverse de la cola, la arropa con un plástico.
Vuelve a llover.
© Xavier Blanco 2015
____________________________________________
A veces
uno escribe sin querer, escribe sin sentido, por el mero placer de hacerlo.
Hacía unos cuantos meses que no escribía nada, pero estas últimas semanas tengo
ganas de gritar, de gritar que no me gusta este mundo que nos ha tocado vivir,
de gritar que hay algo ahí fuera que no funciona, de gritar que la economía y
la política no sirven para nada, si no tiene como único objetivo conseguir un
mundo mejor, mas justo, mas igual... De gritar por todos esos seres humanos que
inician su viaje al futuro y acaban en una playa, frente a una alambrada o en
ninguna parte. Pero no se gritar, y he preferido escribir.