| Invierno en Hamelín |
En invierno, en Hamelín, todo es de color blanco. Blanco es el cielo y los caminos que allí llevan. También el color de los gatos que cruzan la noche y el sonido de los cristales rotos.
En
Hamelín todo son presagios y telas de araña. En sus campos germinan cruces
blancas y palabras mudas. Entre las cruces brilla el esqueleto del flautista,
balanceándose en su soga. Cuando sopla el viento del norte se desbandan unas
notas; entonces tiembla el subsuelo y los pequeños ataúdes, dispuestos en la plaza, crepitan como vainas de insecto. Luego todo se
desvanece y el silencio deviene conjunto vacío. En Hamelín ni siquiera hay
ratas.
Algunos
dudan de su existencia. Otros dicen que en Hamelín siempre es invierno. Los
menos se preguntan cuál es el color de la muerte. La gente siempre habla
demasiado. Y sin embargo.