|La venganza |
El bosque de coníferas que rodeaba el valle ardía igual que lo hacen
las hogueras en la noche de San Juan. El pueblo despertó alborotado, legañoso, en bata y zapatillas. Un sollozo
ensordecedor huía entre las llamas. Atónitos, estirábamos la mirada buscando
una señal, pero como respuesta solo encontramos aquella nube de ojos vidriosos
pidiendo clemencia. Luego, como si se hubiera desbocado la chistera de un
mago, empezaron a salir lobos, decenas,
cientos. Todos aterrorizados. Lobos desmembrados, dejando a su paso un reguero de vísceras y sangre.
Detrás, persiguiéndolos, un ejército de Caperucitas,
con su ponchos rojos, sus cestas de mimbre y sus trenzas de oro. Las pequeñas
los remataban a machetazos. La gente aplaudía. Entonces empezó a llover. La tormenta amilanó el fuego y aplacó la ira
de las pequeñas. Allí quedaron los animales, muertos y disimulados entre el
barro. Esa misma tarde enterramos a la abuelita. Me acuerdo de las niñas, todas
vestidas de bermellón y, también, del
olor a hierba húmeda y magdalenas que expelían. Como lloraban, las pobres.
© Xavier Blanco 2012.
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esta noche te cuento.
Aquí podéis leer el resto de relatos participantes. El tema de este mes era ...como el fuego.
Qué buena vuelta de diste al cuento Xavier. Interesante ver aparecer tantos lobos desmembrados y atacados por las caperucitas, por cierto, ¿solo había una abuelita? Pues debió tener un montón de hijos y nietas.
ResponderEliminarBuen relato y muy entretenido.
Hola Yashira, un placer tenerte por aquí. Sí, solo había una abuelita, pero detrás de las caperucitas había un ejército de cerditos y de cabritas. Un abrazo
Eliminar¡Qué fácil fue echarle la culpa al lobo!.
ResponderEliminarYa se sabe Miguel Angel, siempre hay un malo de la película,y si no que le pregunten a los tres cerditos, o a las siete cabritillas. Así es la vida. Un abrazo
EliminarLas caperucitas asestando machetazos a los lobos feroces. Como venganza no está nada mal Xavier, aunque hubiese agradecido algo menos explícito, por el amor que profeso a los cuentos de mi infancia. Sobre todo porque el lobo que recuerdo no era tan malo, por mucho que se comiera a la abuela. Simplemente era un lobo tontorrón, carente de inteligencia.
ResponderEliminarComo casi siempre, tu prosa surrealista me hace divagar entre imágenes que sabes dibujar de una forma muy efectista.
Pasaré por allí para ver qué aportó el resto de los comentaristas. Besos Xabier.
Laura, gracias por pasar por aquí y por allí. Y no, no hay trumas infantiles, ni ese cuento me quitó el sueño, pero eso es lo que nos permite la imaginación, la ficción, la literatura, ver las cosas de otra manera.
EliminarLas malas son las caperucitas, no te quepa duda.
Un abrazo.
Hola Xavier.
ResponderEliminarMe gustó mucho la lluvia que amaina los fuegos (externos e internos)y se lleva los cadáveres. Muy bueno.
Yo hubiera puesto a las caperucitas a perseguir cazadores, je je, pero me gustó mucho.
Un saludo
Miguel, gracias por pasar y por comentar. Esa frase es importante en el texto, el agua que apaga el fuego y la ira.
EliminarUn abrazo
Allí te he dejado mi comentario a tu impactante versión del cuento.
ResponderEliminarUn abrazo
Nieves, leído. Muchas gracias por pasarpor aquí y por allí y comentar. Un abrazo
EliminarAunque te he felicitado en ENTC y en la entrada del aniversario de tu blog, te vuelvo a felicitar. Menos mal que he colado un micro ganador y podré acompañarte, que a este paso en el libro estarías tú y dos más. Un abrazo.
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