Una mujer llora sentada
sobre el margen de un camino. Con una mano sujeta su barbilla. No es un llanto
acongojado y, por la cadencia, podemos discernir que ni siquiera se trata de un
ataque de ira. Sólo llora. Se acerca un
hombre con paso tranquilo. Sin mirarla, sin mediar palabra alguna, se sienta a
su lado y comienza a llorar. Lo hacen al
unísono, en idéntico tono, en igual gesto, como si lo hubieran ensayado una y
mil veces. Se aproxima una fila de seres anónimos perfectamente alineados. No
se divisa el final. Llegan, se sientan en silencio e inician el llanto. Los
ojos enrojecidos y la mirada perdida. No hay disonancias. Sólo lloran. Como si
lo hicieran cada día de su vida, como si el destino les hubiera reservado ese
papel. A todos y a cada uno.
© Xavier Blanco 2013
Y que poco se llora hacia fuera. Y cuanto hacia dentro. Es precioso Xavier, como todos tus relatos. Un beso.
ResponderEliminarOtra posible versión del diluvio. Me recuerda a la cola del paro...
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Qué original manera de tratar el diluvio. Un diluvio personal, de a uno.
ResponderEliminarSaludos.
Se lee como se mira una acuarela, con esa suavidad en la cadencia de unos colores que apenas se dejan tocar porque se esfuman. Y suena a melodía lejana, que pasa de puntillas y se va. Es suave y quieto, a la vez, pero tenaz porque te deja huella, una especie de inquietud y desasosiego que se instala en alguna parte de un lector que se pregunta.
ResponderEliminar¡Que gran reflexión sobre la masa!
ResponderEliminarPoesía sobre la masa y la tristeza colectiva. Interpretación lírica del diluvio. Da que pensar.
ResponderEliminarAbrazos de agua
¡Brillante, Xavier!
ResponderEliminarUn micro con una potencia emocional que no sólo no deja indiferente al lector, sino que parece arañarle el alma con tanta desesperación.
Un abrazo. Como siempre es un placer pasar a leerte.