Hay un hombre gastado y una niña. El hombre arrastra un carro y la niña corretea persiguiendo su estela. Ya en el parque, cansados, se sientan en su banco. La pequeña trastea los trofeos que han conseguido: una botella de besos, un plano del tesoro y un tarro repleto de sonrisas. Por las mejillas del hombre se escapan dos lágrimas. La cría introduce la mano en el bolsillo y saca un trozo de felicidad, lo despliega con cuidado y se arremolinan entre cartones. Sus barrigas cacarean. Luego se quedan dormidos.
Fuera todo
está lleno de ojos ciegos y mentes apresuradas.
© Xavier Blanco 2013
Este texto quedó finalista, la semana pasada, en Wonderland (concurso de microrrelatos de Ràdio4 ). También fueron finalistas los micros de Ignacio Feito, Yolanda Nava y Paloma Hidalgo. La ganadora semanal fue Esperanza Temprano.
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Estos días observo a mi alrededor, y siento que los vientos de la crisis no amainan. Al contrario, soplan más fuertes, convertidos en huracanes, arrasando sueños. La economía -cada día más cercana a la quiromancia- no sabe de personas, ni siquiera de sentimientos; ella se esconde detrás de los tecnicismos, de las palabras altisonantes, esas que nos encogen el estómago cada vez que las escuchamos: la deuda soberana, la prima de riesgo, la eficacia, la eficiencia, los recortes… los mercados, la crisis, la maldita crisis.
Ahí, detrás de esas nubes negras que descargan tormentas, hay seres humanos que se levantan cada mañana, que se baten en duelo con la vida, que se parten la cara defendiendo su presente, luchando por su futuro. Ahí, detrás de cada desempleado, detrás de cada desahucio, detrás de cada sueño roto, hay personas, familias, individuos, ellos le ponen cara a las cifras macroeconómicas, a las estadísticas, a los grandes números que justifican tanta tropelía. Para ellos, para muchos de nosotros, la vida se ha convertido en un ring de boxeo, y nos defendemos como podemos de tanto puñetazo, de tanto golpe bajo. La vida se ha convertido en un combate infinito, con la única esperanza de acostarnos cada noche para levantarnos al día siguiente, y seguir defendiéndonos, soñando tiempos mejores. Ellos siguen ahí , a la intemperie, maltratados por la agonía del paro, por la perversa crisis, ésta en la que nos metieron otros, los mismos que reparten las bofetadas, los mismos que nos dan los guantazos.
Lo peor de todo esto es que no sabemos cuántos asaltos tendrá este combate, cuántos golpes nos quedan por encajar, cuándo amainará esta tormenta, cuándo dejaran de pegarnos. No, no lo sabemos, no tenemos ni idea, pero seguiremos ahí, y nos levantaremos cada mañana cogiendo nuestra vida por la solapa, con fuerza, con rabia, y continuaremos luchando por un mundo mejor, más justo, más igualitario.
Por más que nos peguen, no tiraremos la toalla, no besaremos la lona. Quiero que lo sepan.
Acabo de publicar un comentario, pero no sale. Bueno, no me importa repetirlo. Me ha gustado mucho, está lleno de poesía, pero transmite a la vez tristeza, impotencia, desesperación. Y también me gusta la contraposición entre la actitud del padre y la de la niña, que parece que todavía conserva la ilusión. Me ha gustado mucho volver a leerte. Un abrazo.
ResponderEliminarGenial, company. Vuelves más poético que nunca. Me quedo con esas barrigas que cacarean, qué imagen!
ResponderEliminarUn abrazo
Pero que bonito escribes. Me voy a pasar a la calceta.
ResponderEliminarEs un texto inmenso. Una combinación maravillosa entre crudeza y ternura. Y como comenta Mar, lleno de poesía.
ResponderEliminarLa poesía de la pobreza y Navidad está a las puertas...
ResponderEliminarLectura que produce carne de gallina.
Un abrazo
Esos tarros están llenos de lo que nutre al alma, pero las tripas que rugen, merecen alimentos tangibles. Una reflexión muy equilibrada entre dureza y una ternura que llega a la piel.
ResponderEliminarUn abrazo
Hace tiempo que no entraba en tu blog, casi no entro en ninguno, pero tras ver en ENTC que fuiste finalista, no me extraña nada, he venido a leerte, creo que no es este, pero me ha parecido precioso, por la ternura, por tu manejo tan excelente de las palabras y por tu estilo, que siempre es un poquito nostálgico, pero que a mí me encanta. Un abrazo grande y siempre suerte.
ResponderEliminarAhora respondo a la letra pequeña que he leído después. Es cierto que la vida es lo que es, o sea dura. Pero lo es , lo ha sido siempre, solo van variando los mapas, o se van juntando, o sumando, o transfiriendo, es algo pendular. Hoy han dicho los mismos de siempre que conseguiremos estar mas o mneos como hace años dentro de veinte años creo, o sea, podemos escribir unos cuantos micros, pero mira, la gente se une más, se reconoce más, y no sé si será que somos muy fuertes, o muy sabios, o muy insensatos, pero yo voy cantando por la calle y me cruce con muuuuuucha gente que va también tarareando en sus andares , total que quizás en el fondo, ellos no nos puedan quitar la alegría y la humanidad, esa que ellos, por muchas ostras y muchos yates no conozcan, no al menos de una manera tan limpia. En fin, que todo pasa, y que sobreviviremos. Espero.
ResponderEliminarPoesía desahuciada. Son tantas las metáforas que parece un árbol de navidad. Felicidades Xavier por estar siempre tan cerca de los honores sin olvidar los horrores.
ResponderEliminarAplaudo también tu articulo.
Te perdonamos las ausencias si cada vez que vuelves lo haces con estas maravillas.
ResponderEliminarMi aplauso. Y dos besos. O tres.
- Yo, como Arantxa- también me paso a la calceta. Snif.