miércoles, 5 de octubre de 2016

351 "Todo es mentira. Y sin embargo" en la Revista Quimera



En la  Revista de Literatura Quimera, en el número correspondiente al mes de Octubre de 2016 (nº: 395), podéis encontrar esta reseña de mi libro de microrrelatos "Todo es mentira. Y sin embargo", realizada por Franco Chiaravalloti, escritor y profesor de l'Escola d'Escriptura (Ateneu Barcelonès). 


En el mismo número, en la sección LOS PESCADORES DE PERLAS podéis leer seis microrrelatos inéditos de mi autoría.



Bisagras que dividen lo real de lo imposible
A propósito de Todo es mentira. Y sin embargo, de Xavier Blanco

Franco Chiaravalloti


Decía en uno de sus Cuatro cuartetos el poeta estadounidense T. S. Eliot: “Las palabras se esfuerzan, se resquebrajan, a veces se rompen bajo la carga y la tensión.
Resbalan, se deslizan, perecen...”

Las palabras son puente y son muro: conectan al tiempo que separan nuestra individualidad de los fenómenos exteriores. Nos conectan cuando propician la necesidad vital de experimentar la realidad tal y como es; nos separan cuando construyen a nuestro alrededor un mundo paralelo que nos aliena y envenena. Las palabras codifican la experiencia humana para transportarla a otros horizontes, para transferir vivencias pretéritas a generaciones futuras. Y ante esta singularidad, la literatura nos sirve para manipular las palabras no como puente ni como muro, sino como ventana. Si solo las adoptáramos por su valor denotativo, las palabras se nos acabarían resquebrajando entre los dedos; acabarían –tal como sugiere Eliot–, rompiéndose, resbalando, pereciendo.

Por eso la literatura es –debe ser– inherente a la experiencia humana, porque solo con ella las palabras transforman la realidad en multiversos, en el bálsamo que le quita hierro a la visión objetiva del todo, en la duda que es siempre saludable. Tal es la premisa de Todo es mentira. Y sin embargo, la colección de microrrelatos con la que el barcelonés Xavier Blanco sale por fin a la arena tras varios años de forjar historias en el circuito de la narrativa hiperbreve de España. Aunque se trate de una primera publicación, Blanco despliega oficio en esto de cincelar universos con la mano quirúrgica que requiere el microrrelato, un pulso evidenciado en la conciencia con la que trata cada imagen, en los silencios introducidos a conveniencia, en el mesurado control de las expectativas a pesar del terreno escueto en el que juega. Y estas imágenes, silencios y expectativas confluyen en desenlaces que, generalmente, cobran forma de efecto sorpresa, que si bien es un rasgo inherente a la forma del microrrelato, en este volumen el autor lo introduce para exponer su postura sobre el valor de la literatura, ya que el final de varios de los relatos abre la puerta a lo ilógico, a todo aquello intangible que solo las palabras son capaces de edificar. Y he aquí el punto de ignición de cada cuento: en literatura, lo imposible solo toma cuerpo con lo fantástico, y aquello fantástico –en palabras de la escritora Ana Blandiana– “no se opone a lo real, sino que constituye su representación más llena de significados”. Para Blanco lo irreal es más auténtico que la realidad. Y tal como señala Susana Camps en uno de los prólogos del volumen, es la única vía para resolver la soledad o la desdicha de los personajes.

“La magia no existe”, pontifica el autor. “Y sin embargo”, añade a continuación, con esa locución mágica que funciona de bisagra del lenguaje entre lo tangible y lo improbable. El sin embargo activa el pacto de ficción para poner de manifiesto la voluntad del lector ante una obra narrativa: se ha de aceptar el artificio que tiene ante sus ojos, bajar las reservas y dejarse engañar. Tal es la voluntad necesaria para recorrer territorios habitados por sirenas, parkas, padres indolentes, seres deseosos de morir porque están condenados a la eternidad –¿quién no quiere morir cuando tiene que aguantar una vida eterna?–, todos personajes creados para provocar aprensión pero que al final generan pena, al igual que los monstruos de El fin de los dinosaurios, de Javier Tomeo.

En el último apartado de los siete que componen el volumen, los relatos parecen girar hacia lo apocalíptico, hacia la falta total de esperanzas. Pero nuevamente aflora la bisagra, el factor que bifurca las conclusiones hacia el relativismo, que, cual principio de incertidumbre, pone en entredicho la perspectiva del observador con los fenómenos que ocurren a su alrededor: la fe puede salvarnos, y sin embargo; el cielo es indiscutiblemente azul, y sin embargo; decimos estar satisfechos de nuestra vida. Y sin embargo.

Tales son los ecos de Todo es mentira..., el primer ladrillo de unos cimientos en los que se percibe un pulso narrativo con una fuerza capaz de erigir muros, tender puentes o, mejor aún, abrir ventanas.