A Miguelágel Flores
Lo normal es que las visitas pasen de
largo. Que, alguna vez, una criatura se detenga, lo mire confundido y, a
hurtadillas, le roce un brazo. Lo normal, es que intente esbozar, sin éxito,
una sonrisa. Que pase los días sentado en su silla de ruedas, con la
vista perdida, sin recuerdos, como si nunca hubiera existido. Lo normal, es que el
aire que ventea el patio del geriátrico mueva esa hilacha que cuelga de
su pernera. Que el viejo sueñe con arrancarla; con doblar su cuerpo enjuto, aun sabiendo que es un imposible.
© Xavier Blanco 2014