Todo depende del color del cristal con el que se mira.
Blog personal de Xavier Blanco.
Reflexiones, ideas, impulsos, pequeñas cosas, microrrelatos, versos, sensaciones...
Una sombra trajeada recorre las estancias inventariando enseres: una mesa, tres niños, un oso de peluche, cuatro miradas perdidas...La mujer sigue tendida en el suelo, pero ya no ofrece más resistencia que su mudez. Dos operarios vacían la vivienda. Después, cómo si la casa fuera una servilleta, doblan en cuatro las paredes desnudas, las introducen en un sobre y cierran el expediente. No queda nada, sólo el vacío pintado de gris, y allí, suspendidos en el aire, la mujer y los pequeños. Inmóviles. Cómo si el futuro no se hubiera dado por aludido. Cómo si los recuerdos murieran más tarde.
El sábado, el programa cultural Wonderland de RNE4 eligió mi relato "Deshaucio" como ganador del concurso semanal de microrrelatos. Hacía meses que no participaba, hace meses que escribo a jirones, hace meses que apenas escribo. Me gusta Wonderland, el entusiasmo de Rosa Gil y el buen hacer de la Escola d'Escriptura, capitaneada por Jordi Muñoz. No hay mejor manera de volver a este vicio de las palabras. En abril de 2013, mi relato "Olvido"mereció el mismo premio. Igual ocurrió en Enero de 2013 con mi microrrelato "En el geriátrico (Carta a los Reyes magos)", y en Noviembre de 2012, con mi cuento "En el Orfanato" y en Noviembre del 2011, cuando mi relato"Obra maestra"ganó el mismo concurso. Aquí podéis leer "Obra maestra", en casa de Alberto Corujo. Me gusta Wonderland.
Me abandonó el sueño y empecé a contar los minutos. Uno detrás
de otro. Intenté matar el silencio a puñaladas, a gritos, con todas mis
fuerzas. También desnucar la oscuridad. Matarlo todo a golpes secos, a ritmo de
olvido. Encendí la luz, pero los muertos no duermen, se sientan al borde de la
cama y te miran con sus ojos vacíos. Luego deambulé por la casa, me acerqué al
ventanal; llovían palabras que cuarteaban los cristales: víctima, soledad,
culpa. Vocablos que infectan las heridas. Me asfixiaba, abrí las puertas, las
ventanas, los cajones. Se habían acabado las pastillas. Quise huir y volar con
una escoba, planear entre las nubes; ni siquiera tuve agallas. Chillé. Conté
otra vez los minutos, los segundos, pero el tiempo nunca se acaba. Ese ruido
metálico seguía carcomiéndome las entrañas. La casa olía a goma quemada. Franqueé la puerta de la
habitación y mi pequeña sonreía, vestida de princesa, desde una foto colgada en
la pared. Me hablaron los juguetes. Luego cerré los ojos y escalé montañas,
para acabar tirada en el suelo.
Está
despierto. Rebusco la mejor sonrisa y me allego. Clava sus ojos en mi
rostro, como si fuera un abismo, como si la memoria se resbalara entre
las manos. Intento regalarle una mueca simpática. Con sus dedos rugosos me
acaricia los pómulos. También las cejas. Parece que hoy será el día: le muestro
las fotos, señalo a la niña y después al hombre, pero no responde. Luego gira
la cabeza y su vista naufraga en la ventana. Escondo las lágrimas en el pañuelo
y guardo las fotos en el bolso. Como siempre. Quizás mañana -musita la
enfermera. Quizás mañana -respondo.
Hoy, el
programa cultural Wonderland de RNE4 ha elegido mi relato "Olvido" como
ganador del concurso semanal de microrrelatos. Hace unos meses, en Enero de 2013 mi microrrelato "En
el geriátrico (Carta a los Reyes magos)"mereció el mismo premio. Igual ocurrió
en Noviembre de 2012, con mi cuento "En el Orfanato" y en
Noviembre del 2011, cuando mi relato"Obra maestra"ganó el mismo concurso. Aquí podéis leer "Obra
maestra", en casa de Alberto Corujo.
Algunas veces la vida te regala pequeños momentos, nubes con forma de elefante,
sueños de golosina, como aquellos que te dejaba el Ratoncito Pérez cuando se te
caía un diente. Uno quisiera ser siempre un niño y reírse de la vida, de esa
que pasa y que de pronto -sin darnos cuenta- son años. Porque al final somos
sólo eso: recuerdos y memoria.
Y
restos de lágrimas en las mejillas, también los zapatos manchados de
barro y el pantalón lleno de jirones. Cada día ocurre lo mismo. Luego llego a
casa y mamá me regaña, pero no puedo decirle la verdad: que todos se ríen de
mí, que me tiran piedras y no me dejan jugar con ellos. Porque llevo gafas y
porque soy gordo. Es por eso. Ya no volverá a ocurrir, esta mañana cogí la
escopeta vieja del abuelo. Esa de la guerra. Funciona. Seguro que hoy mamá se
enfada, no le gusta que me manche las camisas. Siempre dice que la sangre se
lava muy mal.
Con este texto participé esta semana - sin éxito- en el concurso de Relatos en cadena Ser. La frase obligada de inicio "Y restos de lagrimas en las mejillas" pertenece al micro ganador de la semana anterior "Películas", de Yolanda Nava. Amiga y gran escritora. Aquí podéis acceder a su Blog "Mis historias".
El
leve crujir de la viga de la que cuelga su padre se escucha al final del pasillo. Entramos en silencio y nos quedamos allí,
embobados, mirando como se balancea el hombretón. Cada semana lo mismo. Ya en
la habitación apostamos: que se muere, que no se muere, pero nunca ocurre nada. A veces desciende y se
sienta en el sofá, ojea el periódico y después torna a la viga. Eso es todo. Su
madre está muerta, pero regresa los martes y nos pone pan con chocolate para
merendar. Luego desaparece. También hay un gato negro. Algunos tienen miedo y no quieren volver. A
mí tampoco me gusta ese gato.
_____________________________________ Con este texto participé hace dos semanas - sin éxito- en el concurso de Relatos en cadena Ser. La frase "El leve crujir de la viga de la que cuelga su padre", pertenece al micro ganador "Arrullo", de un gran amigo,David Figueroa.Esta semana ganó otra gran amiga, Paloma Hidalgo.
Después de 1.202 relatos y 39 finalistas mensuales, el pasado viernes se dieron a conocer los 10 relatos que han pasado a la fase final del II Certamen de Relato Corto "Esta noche te cuento". De estos diez relatos saldrán los dos relatos ganadores del concurso. El resulatado final se dará a conocer el próximo día 23 de febrero. Los 39 relatos finalistas formarán parte de la edición impresa, que bajo el título "Esta noche te sueño" se presentará el próximo día 16 de marzo, en la Librería Sancho Panza, de Cabezón de la Sal (Cantabria).
En esa lista de los 10 relatos elegidos finalistas anuales encontraréis mis textos:
FRANCOTIRADORES OFICINA DE OBJETOS PERDIDOS Están acompañados de ocho relatos más, de grandes escritores y amigos: Miguel Angel Flores, Mar Horno, Mónica Sampere, Paloma Casado, Josema P. Carpintero, Emilio Magdalena, Fran Rubio y Ana Fuster.
Hay meses que todo fluye -literariamente hablando- entre algodones y pompas de jabón. Este mes ha sido uno de ellos. El sábado se publicaron los relatos ganadores del mes de Enero 2013, pertenecientes al "III Certamen de Relato Corto "Esta noche te cuento", y mi relato
ha quedado entre los tres ganadores mensuales, junto a dos maravillosos relatos de Sara Lew y Jes Lavado. Estos tres relatos estarán incluidos en la edición impresa 2013, junto al resto de ganadores mensuales del año 2013.
Lleva horas durmiendo en su cunita como un ángel.Eso
dice la mujer. Luego le acaricia las mejillas y regresa a la mecedora. Se
sienta y repite el balanceo mientras enumera en voz alta los segundos, después los convierte en
minutos, como si su cuerpo fuera un viejo reloj de péndulo. Finalizada la
cuenta se arrima otra vez a la cuna. Camina por la sala y se detiene frente a
la ventana intentando atrapar la luz. Vuelve a la mecedora. Adelante, atrás...
Cuenta los segundos y los minutos. También la luz que se escabulle. Se levanta
y la coge en brazos. A la muñeca le falta un ojo.
No
podía dormir. Me levanté en la noche y, sin encender la luz, me dirigí al
balcón. Habían florecido las palabras que planté en las macetas. Por ejemplo el verbo gritar. Las palabras solo sirven para
atenuar el dolor. El dolor no sirve para nada. Las recogí y las lancé sobre el
asfalto, una detrás de otra, como una
lluvia de confetis. He contemplado a los niños mientras dormían. He intentado conciliar
el sueño. También pensar en una historia tonta: si eres una oveja y tienes
insomnio, ni siquiera puedes contar ovejas. Sería un sinsentido. Da igual que
seas una oveja blanca o una oveja negra. No hay distinción. Las horas fluyen y
el tic-tac sigue prisionero en su esfera. Tal vez la sombra del lobo se esconda
detrás de las manecillas. Florecieron las palabras, eso fue lo que
ocurrió. He podido escuchar tu respiración entrecortada, he acariciado el contorno de tu cara en la
almohada. Entonces me he despertado y no estabas a mi lado. Luego he visto los
armarios vacíos y una grieta en el comedor que supuraba tu ausencia. Las
palabras germinaron con espinas. Por ejemplo la palabra miedo. También el verbo
llorar.
¿Qué hace ahí fuera Lucas arañando la ventana? – balbucean todos. Los niños
se miran asustados, en silencio. Recuerdan, sin decirlo, los cromos que nunca le quisieron cambiar y los
partidos que pasó sentado en el banquillo. Todos. También sienten las burlas, los
insultos que le propinaron y las collejas en el parque. Como aguijones. Incluso el maestro parece que
se arrepiente de los suspensos que le puso. Infinitos. A la misma hora, Braulio, el sepulturero, maldice
su trabajo al comprobar que hay una lápida abierta y un ataúd sin cadáver. Luego,
en el colegio, se escucha un sonido de cristales rotos.
La
niña insiste. Les recuerda que es Navidad y pregunta si puede pedir un deseo, sólo
uno. Ellos le contestan que no puede ser, que ya han hablado de eso. La niña
sigue a lo suyo como si no escuchara,
trepando por las perneras hasta acabar recostada en los hombros del más alto.
Juega, salta, se desternilla.
-Que
sí, que tenéis que venir conmigo al colegio… y al parque… y también a casa;
para que mamá no me regañe, para que los otros niños no se rían, ¡para que
nunca más me llamen mentirosa!
Luego
desciende, retoza sobre la hierba y los mira con ojitos almibarados:
-
Un deseo –repite- , sólo uno.
-
Nadie puede saberlo – aseveran, los dos, al unísono.
La
niña llora compungida y les grita que todos se burlan de sus historias. Que le
llaman “niña engañadora”. Les recuerda que siempre acaba pasando lo mismo,
que ni siquiera la sirena quiso acompañarla.
Los
gigantes, cabizbajos, desaparecen entre
las montañas.
Antes de que vuelva papá tenemos que ordenar el comedor y fregar el
baño. Hoy regresará pronto y cenaremos juntos. Aprovecharemos ese momento para
decirle que nos perdone por la fogata en el patio y por los cristales
rotos. Después, en los postres, le explicaremos que su última novia
volvió, recogió sus cosas y marchó enfadada. Como las anteriores. Que ellas lo
quieren a él pero no a nosotros. Papá nos dirá que no debemos preocuparnos y se
quedará dormido en el sofá. Como siempre. Mientras ronca, limpiaremos los
restos de sangre, guardaremos la pala y la enterraremos en el sótano, junto a
las demás.
La mejor crónica del concurso la podéis leer cada viernes en casa de Laura Garrido, allí también podéis disfrutar de sus textos y de sus ilustraciones.
El bosque de coníferas que rodeaba el valle ardía igual que lo hacen
las hogueras en la noche de San Juan. El pueblo despertó alborotado, legañoso, en bata y zapatillas. Un sollozo
ensordecedor huía entre las llamas. Atónitos, estirábamos la mirada buscando
una señal, pero como respuesta solo encontramos aquella nube de ojos vidriosos
pidiendo clemencia. Luego, como si se hubiera desbocado la chistera de un
mago, empezaron a salir lobos, decenas,
cientos. Todos aterrorizados. Lobos desmembrados, dejando a su paso un reguero de vísceras y sangre.
Detrás, persiguiéndolos, un ejército de Caperucitas,
con su ponchos rojos, sus cestas de mimbre y sus trenzas de oro. Las pequeñas
los remataban a machetazos. La gente aplaudía. Entonces empezó a llover. La tormenta amilanó el fuego y aplacó la ira
de las pequeñas. Allí quedaron los animales, muertos y disimulados entre el
barro. Esa misma tarde enterramos a la abuelita. Me acuerdo de las niñas, todas
vestidas de bermellón y, también, del
olor a hierba húmeda y magdalenas que expelían. Como lloraban, las pobres.
Visité cuartos y pasillos atestados de
objetos inverosímiles pero no apareció mi paraguas. Esa fue la primera vez que
la vi. Volví al día siguiente. Pregunté al encargado por el niño. Me explicó
que lo olvidaron en un parque pero que ninguna persona se había interesado
nunca por él. Me propuso que, si quería, me lo podía llevar. Que si él me
contara. Que esas cosas pasan. Que yo parecía buena persona. Marché sin verla. A
la semana regresé. Me enseñó una sala repleta de botes de cristal. Abrió uno y
se escaparon tres estrellas. Me reveló algunos secretos: que la gente pierde
los sueños en cualquier sitio, que luego ellos los recogen y los guardan en
esos frascos. Pero nadie viene a buscarlos. Me volvió a ofrecer al pequeño.
Ayer me decidí –no es fácil vivir solo-. Llené la bañera de agua y me puse la
corbata. Me entregó al chaval y, cabizbajo, inicié mi marcha. Antes de cruzar
el umbral sentí su voz cómplice: “te la puedes llevar, ni siquiera recuerdo
desde cuando está aquí”. Llegué a pensar que nunca me lo diría.
Ahora los tres somos felices, una
verdadera familia: el niño, la sirena y yo.
(6/11/2012): Acabó el mes y este relato ha sido elegido entre los ganadores de Octubre. Aquí tenéis el fallo del jurado. Comparto podium con Mònica Sampere y entre los finalistas podéis encontrar los relatos de otros dos buenos amigos: Fernando Martínez y Mar Horno.
Con esa exactitud tan característica de la ciencia, así
amanecía en mi pueblo. El sol dibujaba una circunferencia perfecta de
tonalidades púrpuras. Hasta que, un lunes, el cielo clareó de
un color inédito, un verde esmeralda que pronto fue jade. Después un
melón gigante emergió detrás del horizonte. Desde la plaza observábamos
las bandadas de pájaros picotear el nuevo astro rey. Luego llegó la
oscuridad. Había cierta preocupación pero al día siguiente el alba despuntó
de color salmón –coral, decían los más atrevidos-. Los vecinos hacían
apuestas. Entonces apareció la zanahoria tiñéndolo todo de naranja.
Recuerdo ese día porque, con tanto alboroto, llegamos tarde a la escuela.
__________________________ Este relato ha quedado finalista semanal en el concurso de Relatos en cadena Ser. He perdido la final ante un gran amigo, Miguel Ángel Flores, pero sobre todo he perdido la final ante un gran escritor y ante un gran micro, que no dudo será finalista anual. Lo seguiremos intentanto.
El pasado 28 de septiembre, La Microbiblioteca, coincidiendo con el acto de entrega de
premios de su I Concurso anual de microrrelatos, presentó la antología de todos los textos
ganadores y finalistas de esta primera convocatoria. Entre los micros seleccionados se encuentra mi texto “Rebelión en la Biblioteca”, que quedó entre los finalistas del mes de Octubre
2011. La antología (editada en papel y en formato digital) está llena de buenos escritores, de buenos micros y de grandes amigos. Podéis leer "Rebelión en la biblioteca" aquí.
En abril los amigos de esta noche te cuento pusieron en marcha el“II Certamen Internacional de Relato corto...para mesilla de noche”. Cada mes nos ofrecen un tema y la posibilidad de participar escribiendo un relato (máximo 200 palabras).
En septiembre el Certamen nos propone el tema "...como fruta madura”. Tenéis tiempo hasta el 3o de septiembre a las 12 horas. Aquí tenéis toda la información.
Los amigos de "La Esfera Cultural" han comunicado hoy el fallo de la Convocatoria "Historias de Portería". Mi texto "Cristales Rotos" ha quedado entre los textos finalistas. El relato ganador es el escrito por Ana M González Rinne. Aquí tenéis la resolución final del jurado. Felicidades a la ganadora y a los finalistas, entre ellos podéis encontrar a Javier Ximens, un gran amigo.
Le tengo un cariño especial a este texto, especialmente porque representa un cambio importante en mi registro de escritura habitual. Os lo dejo aquí, por si alguien no lo ha leído; recomiendo escuchar la narración que realizó La Voz Silenciosa, con efectos especiales incluidos.
Dejen de hacer ruido. No son
horas, vecinos de mierda. Ding-dong. Ding-dong. No hay nadie, Braulio está
muerto, María está muerta. Todos estamos muertos. Ding-dong. Dejen tranquilo el puto timbre que
me duele la cabeza. Dejen de aporrear la puerta, tengo resaca, llevo tres días
bebiendo veneno. Braulio no está, está muerto. Tampoco está María. Se suicidó
el espejo. Punto. No hay nada más que explicar. Dejen de joder.
Sabía que pasaría esto. Lo
sabía. Mierda dije, cuando la vi desnuda en el sofá. Su piel blanca con
pequitas y esas tetas. Mierda. Los
pezones grandes, como la luna llena, y el sol del mediodía entre sus piernas.
No pongas esa cara de idiota, siempre serás un fracasado. Si te llamas Braulio
siempre serás un fracasado. Le avisé, esa María es demasiada mujer para ti.
Ella vive en el Ático, pero se ha ido, o se murió. Para mí se ha muerto, dijo
Braulio. O duerme en su hamaca. Eso es lo que ocurre, Braulio. Ella duerme
plácidamente en su terraza. Te lo dije. Eres un amo gilipollas. Ding-dong. Dejen de molestar cabrones.
No me pregunten a mí por qué a un gato marrón, con pelos de
alambre, le pusieron Negro. Tampoco se
lo preguntan a Braulio, lleva tres días en la cama sin levantarse. Flota sobre
una nube de humo y pastillas blancas. Apesta a whisky barato, a tabaco. Braulio, mierda, esto es cosa seria, levántate,
abre la ventana y haz algo. Lánzate al vacío. Algo. Acaba con esto de una puta
vez. Muérete, pero antes ponme de comer. Ding-dong. En el balcón hay un espejo.
Me gustan los espejos. Llueve. Me gusta la lluvia. Me gusta la lluvia de
espejos. ¡Crash! ¡crash! sobre el asfalto, ¡crash! ¡crash! sobre las cabezas.
María tiene un gato idiota.
Morirás gordo, infectado de colesterol, gordo y feliz, le dije. Vaya mierda de
muerte. Vaya mierda de gato. Me miró y me dijo gato loco, eres un gato loco. Ding-dong.
Dejen de gritar de una puta vez. Tengo hambre, no hay agua, ni comida. Menuda
porquería de whisky, si pudiera ahogarme en un plato de espaguetis. El cigarro
encendido, el humo. Las flores están marchitas. Le araño la cara, le muerdo la
pierna. Despierta Braulio, hay fuego. Esto es cosa seria. Braulio, sólo las brujas mueren en la
hoguera.
Ding-dong. No se metan en la
vida de los demás. Braulio llaman al
timbre, no seas idiota. Despierta. La María era mucha mujer para ti. Te avisé y
ahora no puedo respirar. ¡Niinooo!
¡niinooo¡, ulular de sirenas. Aporrean la puerta Braulio. Despierta.
Esto es cosa seria. Hay fuego. Yo también me acuerdo de sus pezones grandes.
Claro que me acuerdo, Braulio. Grandes como la luna. Mierda. Estamos muertos,
todos estamos muertos. Saldremos de esta Braulio, nos mudaremos y olvidaremos
juntos a la María. Llueven farolas amarillas. Ding-dong. Dejen de joder vecinos
de mierda. Se suicidó el espejo, no hay nada más que contar. ¡Crash! ¡chrash!,
cristales rotos sobre el asfalto.
_________________
(*) De todos los relatos participantes se ha realizado una selección de 65 relatos, que conformarán el libro "Historias de portería". Un libro lleno de buenos escritores y de buenos amigos.