| Olvido |
Me rebané un dedo pelando patatas. Empecé a gritar como una tonta, de la misma manera que el día que me abandonaste. Me puse a llorar de dolor. El dolor no sirve para nada. Luego me arranqué los restos de tu piel y, junto con el trozo de dedo, se escurrieron por el desagüe teñido de rojo. También abrí las jaulas donde guardo los sueños, aquellos que coleccionamos durante años, lo hice para liberarlos. Empezaron a revolotear sobre mi cabeza, como nubes de tormenta, zumbando igual que lo haría un avispero. Entonces me acordé de la palabra miedo y de las pastillas. Me levanté y me tragué una. Más tranquila, pude sentarme frente a la ventana. Llovía sobre el mar y sobre los tendales. Llovía sobre los recuerdos. Ahí sentada he dejado de quererte hasta casi difuminar tu rostro. Hoy lo he conseguido. Han sido unos minutos, quizás unos segundos, hasta que los recuerdos se han convertido, otra vez, en pesadas barras de hielo.
Llamé al médico y me dijo que no estaba loca. Sigo aquí, sentada, incompleta, temblando de frío, sin entender ni una palabra de ese idioma que llaman olvido.
Los he vuelto a enjaular, por si volvieras.
@xavierblanco2024
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