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lunes, 30 de diciembre de 2024

354 OLVIDO

  | Olvido |


Me rebané un dedo pelando patatas. Empecé a gritar como una tonta, de la misma manera que el día que me abandonaste. Me puse a llorar de dolor. El dolor no sirve para nada. Luego me arranqué los restos de tu piel y, junto con el trozo de dedo, se escurrieron por el desagüe teñido de rojo. También abrí las jaulas donde guardo los sueños, aquellos que coleccionamos durante años, lo hice para liberarlos. Empezaron a revolotear sobre mi cabeza, como nubes de tormenta, zumbando igual que lo haría un avispero. Entonces me acordé de la palabra miedo y de las pastillas. Me levanté y me tragué una. Más tranquila, pude sentarme frente a la ventana. Llovía sobre el mar y sobre los tendales. Llovía sobre los recuerdos. Ahí sentada he dejado de quererte hasta casi difuminar tu rostro. Hoy lo he conseguido. Han sido unos minutos, quizás unos segundos, hasta que los recuerdos se han convertido, otra vez, en pesadas barras de hielo.

Llamé al médico y me dijo que no estaba loca. Sigo aquí, sentada, incompleta, temblando de frío, sin entender ni una palabra de ese idioma que llaman olvido. 

Los he vuelto a enjaular, por si volvieras.

@xavierblanco2024

(*) No publicaba en el blog desde aquellos meses de la pandemia, pero he regresado, con los deseos llenos de abecedario, con ganas de acabar mi segundo libro de micorrelatos. Le queda, pero el 2025 puede ser un año fantástico. Por si alguien todavía visitara este espacio.

jueves, 20 de diciembre de 2012

305 Un cuento antes del fin del mundo



|Quieren prohibir el viento|


Dicen que se acaba el mundo mañana, que amanecerá un silencio sordo. Entonces ya no vale la pena apresurarse, resoplar fuerte o llorar como un niño; puede que incluso podamos prescindir de la vida, que ya no exista el tiempo, que solo seamos siluetas de un futuro envejecido. Y ahora, cuando todo concluye, sigo aquí sentado arrullando sueños, escupiendo palabras como una cobaya  encerrada en un círculo perfecto. Se acaba el mundo dicen, mañana, quizás hoy, pero nadie puede huir ni siquiera de su sombra.

Chocan las aguas del ayer, colisionan los recuerdos y se fragmentan en mil esquirlas de memoria. Imploro que se detengan los relojes, que el espacio devenga conjunto vacío. Cierro los ojos, pero hoy todo se repite: el cielo, el mar que bate, el viento que garabatea sobre las piedras. Quieren prohibir el viento, ese que acuna tu ausencia. Bailan las peonzas, sollozan las muñecas, galopan los caballos de madera. No somos nada, tal vez rocas estériles en un mar de arena.  

Perdido en el eco de una onomatopeya miro a mi alrededor,  pero todo está lleno de seres imprecisos, de cuerpos oxidados  perdidos en un mundo de infinitos. Esta noche pienso escribir una sonata en el pentagrama de la vida, componer una melodía sobre el quicio intangible de la espesura. Dicen que se acaba el mundo, que quieren prohibir el viento, ese que llora tu recuerdo. No claudico, decido quedarme aquí, detrás de la cordura, lejos del ser y de la nada: aunque la vida esté en penumbra, el sol amanece todos los días, todas las mañanas. Permanezco, por si volvieras.


©  Xavier Blanco 2012
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Puede que este sea mi último texto. Por ello me he permitido regresar a mis orígenes, a una prosa mas poética, a una cadencia diferente, pero hoy todo vale. Quizás ni siquiera podáis leerlo, o comentarlo. 
Un cuento antes del fin del mundo
Pero siendo el último, y como nos dijo AcuáticaNo hay temática concreta ni extensión determinada para el texto, ya que se acaba el mundo, que cada uno haga lo que quiera. Gracias por esta iniciativa. Quizás no exista mañana.

viernes, 16 de marzo de 2012

246 La mala hora.


 
La niña con pelo crespo y rictus celeste, sentada en el escaño, a la resolana. Los rayos del sol que susurran tenues, tímidos, reflejan su pequeño cuerpo en la pared encalada, limpia, impoluta.

La abuela ciega, cercada por la espesura, inmóvil, presa por la zangarriana, mirando la vida con inquina, con pereza, desganada.

La madre, que entra y sale, que sube y baja, extendiendo sábanas blancas que azota la brisa, sólo taciturnas mortajas, testigos de noches sombrías que  almidonan quimeras.

Sábanas que son velas de bajeles que nunca zarparon, varados en mareas que en ningún tiempo mejor subieron. Mareas sin lunas, astros sin noches sollozando en la lejanía. Noches que devienen mañanas de días perennemente repetidos. Los arpegios del viento que susurran una salmodia dolorida, mil veces danzada. Danza la vida caprichosa, trepando cucañas camino del cielo. Planean azadas, yugos y aguijadas por el limbo infinito, abatidos, huérfanos de tierras. Simientes que vuelan buscando otros parajes donde dar frutos. Parajes que son colmenas, quizás enjambres de  sueños que no florecen en primavera, yermos, sin semillas. Primaveras que sobrevienen fríos inviernos, colmados de corazones gélidos que derrocan ilusiones. Lágrimas que ya no duelen, corriendo por acequias perpetuas. Ilusiones captadas por añejos daguerrotipos, expresiones pintados de color ámbar.

La muerte que no avisa, traidora, fementida. La niña sin padre. Tres damas, encadenadas, retenidas, ataviadas de negro azabache, pergeñando el porvenir, camino del camposanto. 

©  Xavier Blanco 2012. 
 

lunes, 27 de febrero de 2012

241 La lejanía.












Dedicado a todos los que no quieren girar dentro de la pecera. 

A los estudiantes de Valencia, a los que se parten la cara impidiendo desahucios
a los que luchan por un presente diferente, a los que están cansados de tanto recorte hipócrita
 y a los que creen que un mundo mejor es posible.

Alborea un nuevo día y el mundo gira, antojadizo, suspendido en las aristas del firmamento. Puede que el Infinito sea convexo y distorsionado como una pecera habitada por peces  estrella.  Especular que ahora, en este intervalo imperceptible de tiempo, la luz irisada de un sueño se enluta de forma definitiva y un niño recién nacido deja de llorar extinto en el barro. Tal vez esa luminosidad exánime sólo sea el destello de un proyectil que hurga esquivo buscando su diana: la bala perdida de un niño soldado que mata a su hermano en una guerra ignorante. Mientras eso ocurre, los arpegios del viento soplan enemistados en la lejanía, en ese lugar  donde la miseria engendra larvas de podredumbre. Es ahí donde realidad y pesadilla interseccionan, y el ser humano, convertido en monstruo, se marchita reptando solícito en el fango de su insolencia. No importa, sólo son imágenes retenidas en la trastienda de nuestras retinas -quizás molestos fotogramas de memoria-. El planeta rota y seguimos absortos saboreando el aroma del café, observando como nuestras mentes se anegan entre tantas concomitancias. Ahí sentados, inhalando comodidad, el Cosmos se refleja diminuto en la cucharilla. Seguro que podría ser de otra forma, pero hoy anochecerá y el mundo girará antojadizo suspendido en las aristas del firmamento. Esas volutas de café nos envuelven, nos narcotizan, pero las olas de la lejanía regresan cada mañana y desgarran nuestra orilla. Escondidos tras el horizonte, seguimos rebuscando desesperados una tabla, algo donde asirnos, aunque sólo sean los restos de un naufragio. Un día nos despertaremos y el mar se habrá tragado la muralla. Sólo nos quedará la pecera y nosotros, en su interior, girando solícitos como peces estrella. Puede que solo anhelemos eso. Desde adentro el mundo se percibe diferente: convexo y distorsionado.

©  Xavier Blanco 2012.

miércoles, 1 de febrero de 2012

233 Poco más que nada.



En algún lugar leí que la literatura es una "espera decepcionada". Claro, lees y al mismo tiempo fabulas, supones, imaginas. ¿Quién no ha deseado ser  el autor, el personaje de aquella novela, alterar la trama, variar el desenlace? Hoy anhelaba escribir un micro sublime, único, ilustre, pero…. No sigas, no hay sujeto, no hay acción, no hay desenlace, ni siquiera nudo, y cuesta hallar algún argumento vinculado. Resumiendo: sólo fonemas, sílabas, palabras, poco más que nada.  


Hace semanas que no escribo nada, que la musa abandonó mis posesiones, que las palabras abdicaron de mi libreta. Hace semanas que el cielo que alumbra mis letras se vistió de gris ceniciento, que no llueven palomitas, ni golosinas, ni pompas de jabón. Hoy os quería pedir disculpas, y responder así a todos aquellos que os preocupáis por mi letargo. Yo creo que debe ser cosa de la edad y también de la vida, esa que pasa sin darnos cuenta. Alguien me dijo que al final del túnel siempre hay luz, y que después del invierno irremediablemente llega la primavera...seguro que es así.  

sábado, 19 de noviembre de 2011

210 Jornada de Reflexión.

Dedicado a Javier Jiménez (Ximens).
Los espectros del mal....

                      
            Cuando era un chaval me gustaban las películas del oeste, esas de vaqueros. Yo siempre iba con los malos: los bandidos, los forajidos, los malhechores, con esos tipos huesudos, malcarados, tatuados de cicatrices; con los que robaban bancos, asaltaban diligencias, con esos con los que siempre perdían, con los que acababan con sus huesos en la cárcel, o acribillados a tiros en medio del Salón. La ficción es así, siempre ganan los buenos. Después crecí, y me embelesaba con los carteles de los delincuentes más buscados que decoraban las comisarías de policía: unos tipos feos, de miradas asesinas,  de facciones adustas, hoscas; ojerosos, despeinados y mal afeitados. La verdad, me apiadaba de ellos, me compadecía: esos rostros, ese rictus de sufrimiento, de abatimiento, no dejaban lugar a dudas. No eran felices, o esas fotos estaban tomadas después de una noche de resaca en el fotomatón de la esquina, o pertenecer  al  lado oscuro no debía ser tarea fácil. Luego vinieron esos posters con los terroristas más buscados, siempre el mismo patrón, y esa pléyade de psicópatas, asesinos en serie, narcotraficantes y demás ralea que adornaban las oficinas de la Interpol. Qué tiempos aquellos. Ya nada es igual.

Ahora el mundo va demasiado deprisa, y el lado oscuro se adapta, se acomoda, se muta, convirtiéndose en una bacteria asesina, en un virus,  en un tumor lacerante, en una toxina, en una pandemia infinita, que convierte el sistema en una cloaca pestilente, hedionda, que densa el aire, haciéndolo irrespirable. Lo peor es que ya no hay carteles en las comisarías de policía, ni posters en las oficinas de la Interpol, ahora los malos,  convertidos en piratas, en vulgares secuestradores, en salteadores de caminos,  no tienen cara, ni siquiera tienen nombre, sólo conocemos el alias, sus apodos: “los especuladores”, “el déficit público”, “la corrupción”, “las agencias de calificación”, “la deuda soberana”, “los fondos de inversión”, ”la razón de estado”, y el líder, el jefe de la banda, “los mercados”.   Son etéreos, incorpóreos,   intangibles, inmateriales, metafísicos. Estos tipos roban sueños, matan ilusiones, le sustraen a los ciudadanos su futuro, les quitan la vivienda;  lapidan igualdades. Estos filibusteros secuestran países, condenando a sus gentes a la miseria del desempleo, a la injusticia perenne. Uno se imagina a esos espectros, a estos fantasmas, a estas sombras del mal, vestidas con gustosos trajes de Armani, camisas de seda y lustrosos zapatos italianos, en sus convenciones, en sus encuentros, en sus festejos,  escondiendo sus  colas de hombre lobo, sus colmillos  de vampiros chupasangres, sus cuernos de Belcebú. En estos tiempos nuestros, los espectros del mal  campan a sus anchas; proliferan los Aquelarres,  las ofrendas orgiásticas al Dios dinero, las alharacas de brujas dedicadas a expandir el estruendo, el griterío, el ruido. Cuánto más confusión más miedo; cuanto más miedo más obediencia. Contra estos espectros no valen los remedios clásicos, aquellos que aprendimos en el cine. Estos tipos  son inmunes a las ristras de ajos, al crucifijo y al agua bendita. A estos hay que clavarles la estaca, el punzón de plata en el centro del corazón. Qué tiempos estos que nos ha tocado vivir. La realidad siempre supera a la ficción, ahora  siempre ganan los malos.

Seguro que alguno de vosotros ha seguido la campaña electoral,  ha leído los diarios y ha escuchado las declaraciones de esos sujetos que llamamos políticos; habéis soportado estoicos las palabritas de niño Jesús de los Rajoy, de los Rubalcaba y de sus ejércitos de adláteres. Pensar un poco ¿os habéis fijado en esas sombras que rodean sus contornos? ¿en esas voces en off que matizan sus declaraciones?, ¿en esas tijeras herrumbrosas que cortan sus programas?.... Justo ahí se esconden los espectros del mal. Mañana podemos ir a votar, en los colegios electorales –por primera vez-  encontraremos unas maquinitas, como esas de los comercios para detectar billetes falsos, pero estas detectan sombras, ir con tiempo, y pasar una detrás de otra todas las papeletas, os costará encontrar alguna que no esté oscurecida por los espectros del mal, pero haberlas, como las brujas, las hay…el voto es nuestro único estilete.
   

lunes, 14 de noviembre de 2011

205 Metamorfosis.


Hay días que me despierto aburrido. Me levanto resacoso de la vida, vomitando los sueños que no he tenido. El olor a café recién hecho me devuelve el mismo aroma agrio de todas las mañanas. Recorro idénticas calles camino del trabajo. Observo  parecidos rostros, similares miradas. Me ladran los perros; me defecan a gritos las malditas palomas. Escupo al mundo esperando que alguien me devuelva el golpe, pero nunca pasa nada. Quisiera gritar, clamar,  negarme a  ser protagonista de esta farsa que es la vida. Dejar de abrir el arcón y encontrar nada, de sentirme muerto aunque respire. Así un día tras otro: cavando trincheras de frialdad, lamiéndome las heridas. 

Pero ¿cómo cambiar de rumbo si ignoro el camino? Algunas veces la existencia nos ofrece  transitar senderos nuevos, escarbar túneles inéditos. Todo parece fácil antes de colisionar contra la muralla del presente.  El hoy acuña nuestros pasos: nos gobierna de forma inexorable y desertamos, huimos de esos inesperados desvíos creyendo que lo cierto es permanecer invariables, detenidos, esperando que la vida, caprichosa,  nos viva. Si pudiera no creerme todo lo que pienso. ¿Quién tiene el coraje de decir la verdad,  ser arrogante ante los imbéciles,  aguantar impertérrito tanto estúpido? ¿Quién tiene el valor de vivir sólo, sin sociedad, sin normas, sin convenciones, alejado de la hipocresía, desprendido de la culpa; acariciar el monstruo del sufrimiento y soportar la infinita soledad del mundo? ¿Quién puede prescindir del gruñido de los cerdos, del aullido de los lobos? ¿Quién? No requiero respuestas, me conformo con entender las preguntas. Ni siquiera caviles como salvarme. No lo hagas, guarda tus alas de ángel para mejores oportunidades. Piensa que todos los antídotos se convierten en veneno, que tal vez me guste transitar por el alambre. Seguiré vagabundeando sin destino, hambriento de miradas,  buscando rostros que alumbren nuevos caminos. Miedo; puede que sea miedo, duda, turbación. Tampoco hay que preocuparse demasiado: la existencia es un juego, un juego en el que sólo nos va la vida.

© Xavier Blanco 2011. 


La Esfera Cultural.com

domingo, 16 de octubre de 2011

190 Billete de ida.


A veces la vida es un camino que nos lleva a ninguna parte...

Pronto aprendió que la vida era un camino perpetuo que se bifurca de forma caprichosa. Había que tomar decisiones. Se lió la manta a la cabeza y, un mal día, inició su viaje de ida hacia ninguna parte. Al final llegó a su destino, y allí nació su hija. Imaginar la entristece, se le disipaban los recuerdos. Podía visionar cómo su abuela tejía con su cabello diminutas trenzas. Resonaba en su memoria el sol inmenso de las mañanas, los atardeceres policromos, las noches claras de primavera.

Hoy es domingo, de los de verdad, libra uno de cada cuatro, deambula, pasea con su retoño del brazo por los parques y avenidas de esta gran ciudad. Existir es un desafío. La urbe la oprime, la maltrata, la empequeñece, enmudece su alegría, ahoga su silencio. No se ha acostumbrado a vivir sin cielo. Le falta el aire, añora el aullido del viento, el crepitar de la madera presa por el fuego. Mientras camina, entre el retumbo de los cláxones y el humear de los vehículos, sueña con su vida pasada. Fantasea con su niñez no vivida, con los árboles que crecían en su país, con el cielo inmenso y azul, lleno de estrellas, con el que cubría sus noches. Imagina el trinar de los pájaros, el aroma de la hierba que ascendía bajo sus pies. Divaga sobre el color de la lluvia, sobre el olor del firmamento. Sentada en el banco, su vista se pierde en la nada, y cuando el sol se derrumba fantasea con la luna que se mece en el horizonte, y sueña los sueños que nunca vivirá. Se siente sola, vacía, despoblada. Mira a su hija, le caen lágrimas, que surcan sus mejillas.

Han pasado los años, pero todavía le cuesta dormir. Algunas noches los sueños se convierten en pesadillas: en gritos que ahogan su cuello, en la sombra de la muerte que acecha tras el batir de las olas, en el agua salada que abrasa su piel, en el miedo al miedo. Revive los días a la deriva, al albor del viento, la noche infinita, los amaneceres fríos e inciertos. Se estremece al recordar aquella maldita patera que naufragó en las costas del primer mundo, donde ella se siente la última, sólo basura. De nada sirve lamentarse, sabe que no es cuestión de tiempo. Ya no recuerda cuando perdió las ilusiones. Al borde del precipicio vagabundea la voz de su madre que le susurra historias, siente sus besos y esa es su única dosis de esperanza. Abraza a su niña, que nunca conocerá a su padre ni a su abuela. Llora, le abate la niebla. Hace tiempo que sabe que no hay billete de vuelta.


©  Xavier Blanco 2011.

lunes, 10 de octubre de 2011

187 Cuando despierte seguiré allí.

No siempre la musa, la imaginación, la fantasía...nos acompaña, a veces el papel en blanco se convierte en un abismo ciclópeo que nos abate...Pero después del invierno siempre llega la primavera.

Hace días que no escribo, borroneo pero  no intuyo. Lo intento sin desmayo.  Miro, indago, pero no encuentro nada. No soporto este pulso infame, esta lucha fratricida. ¿He perdido la imaginación en el sendero de las sombras? ¿Me habré enemistado con la fantasía? ¿Se expatriaron las quimeras? Me siento extraño, en otro cuerpo, en otra existencia. ¿Dónde están los delirios, las princesas, dónde los unicornios alados? Es tan difícil entender que han desaparecido las palabras, que han abdicado los fonemas, que las imágenes se han velado. Me percibo acorralado por mi propio espejismo, convertido en solitario náufrago de mis deseos.  Los sueños ya no me sobrevuelan, no gorjean en mi nido, sólo resuenan graznidos que profetizan noches imperecederas.  Tal vez ya no queden  historias por fabular, ni cuentos que contar,  quizás la ficción y la realidad son la misma cosa.  Ahí fuera llueve nada, llueve  miedo, llueve sangre.  Transitar por el alambre, funambulista en el precipicio del fracaso, hecho trizas de ponerme a prueba, de este examen perpetuo, de perseguir descalzo, exhausto,  el hedor del éxito, el olor de  la suerte. Subsistir en el vórtice del desconcierto convertido en un ermitaño de ilusiones, desnudo,  auscultando la luna gris garabateando la intemperie. Los ojos obstruidos y el abismo de la mirada indagando la línea del horizonte, que se escapa como un reloj que avanza desbocado. Tal vez ser el problema o sólo parte de la solución. Colegir que la vida algunas veces tiene razón: se derretirán las nieves, alboreará un nuevo día, se encenderán las pupilas apagadas, sanarán los sueños malheridos, regresarán las historias, las leyendas y los cuentos. Volver a ser un gigante. Cuando despierte seguiré allí.
©  Xavier Blanco 2011.



Aquí tenéis el audio por La voz silenciosa...




martes, 4 de octubre de 2011

183 Habitación nº 15.

"A veces, algunas veces, la realidad y la ficción se fusionan, y ya no sabes si eres el autor o simplemente un personaje mas de este cuento que es la vida..."

No hay peor ruido que el golpeteo desatado por el silencio de un hospital. Esa mudez corroe, maltrata, desmigaja el alma. No hay noches más lúgubres que las alumbradas por la luz mortecina que reflejan esos pasillos alcanforados, raídos de sueños, forrados de congojas. No hay espacio más eterno que las horas ahí agotadas. Los minutos reptan, culebrean por la mente, se arrastran como sombras apesadumbrando las manecillas del reloj. El tiempo, implacable, en esta habitación de hospital no pasa, permanece, acampa, te araña, te lastra, te maltrata como si fuera un gigante desatado, pisoteando esos pasadizos saturados de padecimiento y esperanza. Clarea la noche; el cuerpo duele, cansa. Ovillado por los hilos de la redundancia y de la repetición me percibo tatuado en la cama: ella y yo somos la misma cosa, el mismo mueble. Intento caminar, desperezarme peregrinando por esos túneles coloreados de blanco nada, tirito auscultando esa afonía pálida, alicaída, ingrávida - acuchillada algunas veces por el lloro de un niño, tiroteada otras por los gemidos de un anciano-. Siento un vacío infinito. Me estremezco. Transito serpenteando por este mar de silencio, como un autómata sonámbulo intentando consumir los segundos, extinguirlos, anhelando acelerar el tiempo. Me descubro ratón diminuto enjaulado en un laboratorio, haciendo girar la noria infinita de la fatalidad. Respiro hondo. ¿Qué nos queda? Encomendarnos a Dios, también al diablo. Sólo es un juego, el de la vida: azar, destino, razón, ciencia, suerte.
©  Xavier Blanco 2011.
Aquí tenéis el audio por La voz silenciosa...