Dedicado a Javier Jiménez (Ximens).
Los espectros del mal....
Cuando era un chaval me gustaban las películas del oeste, esas de vaqueros. Yo siempre iba con los malos: los bandidos, los forajidos, los malhechores, con esos tipos huesudos, malcarados, tatuados de cicatrices; con los que robaban bancos, asaltaban diligencias, con esos con los que siempre perdían, con los que acababan con sus huesos en la cárcel, o acribillados a tiros en medio del Salón. La ficción es así, siempre ganan los buenos. Después crecí, y me embelesaba con los carteles de los delincuentes más buscados que decoraban las comisarías de policía: unos tipos feos, de miradas asesinas, de facciones adustas, hoscas; ojerosos, despeinados y mal afeitados. La verdad, me apiadaba de ellos, me compadecía: esos rostros, ese rictus de sufrimiento, de abatimiento, no dejaban lugar a dudas. No eran felices, o esas fotos estaban tomadas después de una noche de resaca en el fotomatón de la esquina, o pertenecer al lado oscuro no debía ser tarea fácil. Luego vinieron esos posters con los terroristas más buscados, siempre el mismo patrón, y esa pléyade de psicópatas, asesinos en serie, narcotraficantes y demás ralea que adornaban las oficinas de la Interpol. Qué tiempos aquellos. Ya nada es igual.
Ahora el mundo va demasiado deprisa, y el lado oscuro se adapta, se acomoda, se muta, convirtiéndose en una bacteria asesina, en un virus, en un tumor lacerante, en una toxina, en una pandemia infinita, que convierte el sistema en una cloaca pestilente, hedionda, que densa el aire, haciéndolo irrespirable. Lo peor es que ya no hay carteles en las comisarías de policía, ni posters en las oficinas de la Interpol, ahora los malos, convertidos en piratas, en vulgares secuestradores, en salteadores de caminos, no tienen cara, ni siquiera tienen nombre, sólo conocemos el alias, sus apodos: “los especuladores”, “el déficit público”, “la corrupción”, “las agencias de calificación”, “la deuda soberana”, “los fondos de inversión”, ”la razón de estado”, y el líder, el jefe de la banda, “los mercados”. Son etéreos, incorpóreos, intangibles, inmateriales, metafísicos. Estos tipos roban sueños, matan ilusiones, le sustraen a los ciudadanos su futuro, les quitan la vivienda; lapidan igualdades. Estos filibusteros secuestran países, condenando a sus gentes a la miseria del desempleo, a la injusticia perenne. Uno se imagina a esos espectros, a estos fantasmas, a estas sombras del mal, vestidas con gustosos trajes de Armani, camisas de seda y lustrosos zapatos italianos, en sus convenciones, en sus encuentros, en sus festejos, escondiendo sus colas de hombre lobo, sus colmillos de vampiros chupasangres, sus cuernos de Belcebú. En estos tiempos nuestros, los espectros del mal campan a sus anchas; proliferan los Aquelarres, las ofrendas orgiásticas al Dios dinero, las alharacas de brujas dedicadas a expandir el estruendo, el griterío, el ruido. Cuánto más confusión más miedo; cuanto más miedo más obediencia. Contra estos espectros no valen los remedios clásicos, aquellos que aprendimos en el cine. Estos tipos son inmunes a las ristras de ajos, al crucifijo y al agua bendita. A estos hay que clavarles la estaca, el punzón de plata en el centro del corazón. Qué tiempos estos que nos ha tocado vivir. La realidad siempre supera a la ficción, ahora siempre ganan los malos.
Seguro que alguno de vosotros ha seguido la campaña
electoral, ha leído los diarios y ha escuchado las declaraciones de esos sujetos que llamamos políticos; habéis
soportado estoicos las palabritas de niño Jesús de los Rajoy, de los Rubalcaba y de sus ejércitos de adláteres. Pensar un poco ¿os habéis fijado en esas sombras
que rodean sus contornos? ¿en esas voces en off que matizan sus declaraciones?, ¿en
esas tijeras herrumbrosas que cortan sus programas?.... Justo ahí se esconden
los espectros del mal. Mañana podemos ir a votar, en los colegios electorales –por
primera vez- encontraremos unas
maquinitas, como esas de los comercios para detectar billetes falsos, pero estas
detectan sombras, ir con tiempo, y pasar una detrás de otra todas las
papeletas, os costará encontrar alguna que no esté oscurecida por los espectros
del mal, pero haberlas, como las brujas, las hay…el voto es nuestro único estilete.
Votar votaré. Pero creo que nos encontramos en un pozo tan profundo (por culpa de los unos y de los otros), que ni mirando a lo alto y apuntando a la lejana entrada de luz, acertaríamos a llegar a la salida con una piedra con un SOCORRO escrito en ella.
ResponderEliminarUn saludo
Has etiquetado esta reflexión como microsensaciones. Sí tiene todas las características del micro, punzante, intensa, requiere un lector preparado, instruido, buen compañero de ruta.
ResponderEliminarDe todo corazón deseo lo mejor para España.
Ojalá así sea.
Un beso enorme.
No comentaré la sensación política que me ha dejado tu micro, Xavier. Sólo comentaré el estilete del voto que dices que tenemos en nuestras manos y esos espectros del mal que se encuentran ocultos en la rugosidad de la papeleta que llevaremos en las manos. Y comentaré que las dos ideas son un acierto para un título que invita a la reflexión, sólo que ...tomadas al pie de la letra ... comprendo que sólo cabe una posibilidad.
ResponderEliminarMe gusta la introducción remontándote a los malos de tu ayer, y posicionándolos hoy, bajo la palabra : "intangibles".
Un abrazo, Xavier.
Para reflexionar, si señor. Hoy llueve, una mezcla de hastío y rabia. Un abrazo Xavier.
ResponderEliminarAlguien dijo: "Lo trágico no es lo que hacen los malos sino lo que dejan de hacer los buenos". Se tiene que oír nuestra voz. Hay que votar. Un abrazo.
ResponderEliminarTu microsensación me reafirma en la convicción de que, en tanto conservemos la democracia, el voto es nuestra única arma.
ResponderEliminarCierto es que procedo de un país en el que votar no sólo es un derecho, sino también un deber.
Un abrazo, Xavier y buenas elecciones.
Al otro lado de tus ojos infantiles había figuras claras que poder llamar "los malos". En las películas y cuentos los buenos ganan a los malos y nosotros nos posicionamos fácilmente.
ResponderEliminarComo apuntas en tu reflexión, cuando la maldad se oculta a los ojos y no tiene identidad algo inquietante nos desborda.
Votar es un derecho que costó demasiado para dejar pasar la oportunidad de hacerlo. Aunque uno dude de los roles que asumen "los protas".
Un abrazo.
La verdad es que tu texto transmite la sensación apabullante del momento que vivimos, a la deriva y sin solución clara. Sí, quién volviera a esos cuatreros de la infancia que, con todo, eran menos ladrones.
ResponderEliminarEn fin...
Abrazos
Ese lado oscuro ha conseguido impregnar todo, es difícil identificarlo porque parece estar en todos y cada uno de los movimientos de emprendemos.
ResponderEliminarUna reflexión acorde con el momento...
Besitos
Tras refexionar, he acudido a las urnas para con mi voto dar representatividad a la opción que considero pueda trabajar en pro de la mejora ( en el caso del senado por considerarlo inútil, voto nulo).
ResponderEliminarMañana continua la dura tarea de seguir haciendo que las cosas funcionen y tengo claro que los nuevos representantes políticos no van provistos de varitas mágitas,que les permitan por si solos transformar esta realidad indeseada y que mi compromiso debe llevarme a involucrarme, con mis grandes y pequeños actos a contribuir a ese cambio deseado.
Ellos tienen una tarea a realizar y yo también la tengo.
Gracias Xavier por dedicarme esta reflexión en forma de artículo periodístico. Poco a poco voy viendo que tratas bastantes palos de la escritura. Observo en tu artículo como el chico que simpatizaba con los malos de las películas del oeste, quizás sin saber que eran los despojos de la conquista del oeste, con el transcurrir del tiempo siguió fijándose en los bienaventurados por causa de la justicia, apiadándose de ellos, pero manteniendo la distancia. Ya mayor, este chico del artículo, siente la necesidad de comunicar y cabrearse con el Maligno tan anunciado en los textos religiosos, que efectivamente está relacionado con los pecados de la carne pero ya se empieza a materializar: Ele Mercado, en gran Anticristo (La Iglesia sigue despistada sin reconocerle), que no solo quiere nuestra carne trabajadora, también nuestra mente libertaria. En fin, Xavier, que te agradezco que me dedique la entrada y que como futura promesa de las letras, te pringues. Por supuesto que soy de los que votan, ya estuve la mitad de mi vida sin poderlo hacer.
ResponderEliminarGracias a todos por los comentarios. Se acabó el día y el pueblo es soberano, eso dicen los que saben de esto. Volveremos a la ficción, la realidad es demasiado cansina para hablar sobre ella.
ResponderEliminarUn abrazo a todos.