"Pese a la oscuridad, el rugido del trueno y el soplo del viento vienen hacia ti desde el horizonte; hay fuego bajo las cenizas".
Abu al-Qassim al Shabbi. Poeta tunecino
Algo se está moviendo por ahí abajo. La luz empieza a alumbrar en los sótanos de la injusticia, en los pozos de la miseria, en las cloacas de la represión. Sólo hay que ver las calles de Egipto, esas avenidas, esas plazas, atestadas de seres anónimos, de todas las edades, de todas las clases sociales, de todas las creencias, gritando al unísono “libertad”.
Contagia tanta alegría. Son millones los que corren, sin miedo, haciendo frente a los secuaces del dictador que han atiborrado las calles de violencia y de humo. El Estado ha dimitido. Algunos dicen que hay grupos de policías vestidos de paisano que siembran el caos y el terror. Debe ser cierto, son los últimos bufidos del tirano que se aferra desesperadamente al poder. Por más que disparen, no hay balas, no hay fuego, no hay humo que ciegue la visión cercana de la liberación. La pandemia de libertad ha llegado a las calles de El Cairo y el virus de la emancipación se propaga como un sunami imparable por todos los rincones del país. Ya no hay vacuna que pueda detener tanta infección.
El Egipto despótico se tambalea. La tiranía está al borde del colapso. Nada, ni nadie, puede parar esto: han bloqueado Facebook, han cortado Twitter, han dejado el país sin Internet y sin telefonía móvil. Hoy han cerrado Al Yazira. La verdad y el despotismo siempre fueron por caminos separados. Es la negra noche de la dictadura que llega a su fín. La televisión del opresor continúa bramando sus mentiras y los perros del régimen siguen hostigando, intimidando y reprimiendo a la población. Pero ya es tarde, la calle ha ganado la batalla. No hay mentiras, no hay represión, no hay cárcel, no hay miedo que pare esta ilusión de libertad.
Más pronto que tarde los analistas buscarán los orígenes de la revuelta. La diplomacia y los chicos de Obama considerarán las causas, investigarán las razones. Dirán que la culpa es de los islamistas, de los radicales. Dirán que hay que hacer pequeñas reformas. EE.UU siempre mueve ficha. Es la historia que se repite, es la vieja receta: “que cambie todo para que no cambie nada”. No sabemos que dirá la Unión Europea , hace demasiado tiempo que los valores que rigen su política exterior son el oportunismo, la opacidad, el mutis por el foro. Pero no hace falta preguntar, no hay mucho donde buscar: la mitad de los 80 millones de egipcios malviven con menos de dos euros al día.
Es fácil de entender: es el pueblo contra la tiranía; es la plebe contra el poder indigno, apuntalado por EEUU y por la vieja Europa. Es la pobreza, es la vida miserable. Es lo viejo contra lo nuevo.
Algo grande está pasando por ahí. Es la lucha de todos. La tiranía y el poder despótico han llegado a su ocaso. No hay ideologías, no hay creencias, no hay dioses que puedan parar esta revuelta. Más allá de las ideas, más allá de la religión, está la dignidad de las personas en su lucha contra la injusticia permanente, contra el silencio cobarde de los poderosos.
No hay otros caminos, no hay atajos, ya sólo falta lanzar al tirano por la borda. Nadie sabe qué pasará mañana. Puede que esta revuelta no triunfe: Egipto no es Túnez, y Mubarak es el guardián de la "pax norteamericana" en la zona. Demasiado dinero, demasiados intereses que salvar. Como casi siempre, la euforia y la tragedia están demasiado cerca. Hay una calma latente, una sensación de orgullo y de felicidad. Pero también hay incertidumbre y una impresión de inseguridad generalizada. Ilusión, frustración, ansiedad, miedo, vacío. Es la lucha de David contra Goliat.
Hace ya algunas semanas que un modesto vendedor de frutas se inmoló en Túnez: esas llamas han encendido muchas mechas que ahora corren imparables en dirección a los polvorines de la injusticia y de la desigualdad. Ahora el miedo ha cambiado de bando. El basurero de
Mañana será otro día, contaremos otras historias, pero hoy 80 millones de almas corean la misma melodía “¡Viva Egipto!, ¡Viva
“Tot està per fer, tot és possible”
Miquel Martí i Pol.
© Xavier Blanco 2011.
© Xavier Blanco 2011.