Era un día cualquiera de esos fríos del otoño. El sol empezaba a caer y coloreaba de rojo el horizonte. Se ciñó el abrigo y miró a su alrededor: quedaba poca gente. Hacía tiempo que su carácter frío y distante la habían dejado sin amigos, pasaba demasiado tiempo sola y las aglomeraciones le incomodaban. No era día para lamentaciones, no era día para nada. Le había pedido pocas cosas a la vida, muy pocas, y la vida no le había concedido ninguna. La vida es así de caprichosa.
Tenía dieciocho años cuando conoció a Pedro, su marido. Recordaba aquellos primeros meses con dulzura, y cuando eso sucedía le costaba contener las lágrimas. Sacó el pañuelo y secó sus ojos llorosos de melancolía. Luego se casaron: “hasta que la muerte os separe” sentenció el párroco del pueblo. Las cosas no fueron bien. Él no era un buen marido. Tampoco era un buen padre. En realidad no era siquiera una buena persona. Primero fue la bebida y después lo otro. No tuvo valor. Confiaba en su madre: “hija, no lo dejes, no me hagas pasar esta vergüenza en el pueblo”. Era su madre.
Le faltó arrojo. Perdió el tren, para siempre y la existencia se le fue, día a día, por un camino lóbrego y frío como el del invierno. Pasaron los años y el libro de la vida fue garabateando sus páginas una detrás de otra. Primero falleció su madre. Luego marcharon sus hijos, se fueron lejos escapando de aquella realidad a la que no querían enfrentarse. Pero ella siempre seguía allí, inmóvil y distante, viendo como se escapaba el futuro sin llamar a su puerta.
Le faltó arrojo. Perdió el tren, para siempre y la existencia se le fue, día a día, por un camino lóbrego y frío como el del invierno. Pasaron los años y el libro de la vida fue garabateando sus páginas una detrás de otra. Primero falleció su madre. Luego marcharon sus hijos, se fueron lejos escapando de aquella realidad a la que no querían enfrentarse. Pero ella siempre seguía allí, inmóvil y distante, viendo como se escapaba el futuro sin llamar a su puerta.
Ya no quedaba nadie. Sintió su propio suspiro en el silencio. Guardó las gafas en el bolsillo del abrigo y fijó su vista en aquel mármol blanco, impoluto y reluciente. Observó por última vez el nombre de su marido escrito en la lápida recién puesta: “A Pedro Blázquez, con cariño de su mujer e hijos. Descanse en paz". Ironías del destino. Giró sus pasos y empezó a caminar hacía la salida. Se detuvo un instante. Miró el reloj: las seis. Toda una vida por delante, pensó.
© Xavier Blanco 2011.
En el año 2010, en España, un total de 85 mujeres murieron asesinadas a manos de maridos, parejas o exparejas.
“Los microrrelatos son una apuesta por la literatura futurista cuyas innovadoras técnicas responden a las exigencias de un mundo más moderno, donde el tiempo es plata y la prosa breve es oro (...). Se trata de una literatura que está muy cerca de la prosa poética y que, al mejor estilo de los haikus, se parece a un félido veloz y cimbreante, constituido más por músculos que por grasa.” (Víctor Montoya)
Espero que os guste....
En el año 2010, en España, un total de 85 mujeres murieron asesinadas a manos de maridos, parejas o exparejas.
“Los microrrelatos son una apuesta por la literatura futurista cuyas innovadoras técnicas responden a las exigencias de un mundo más moderno, donde el tiempo es plata y la prosa breve es oro (...). Se trata de una literatura que está muy cerca de la prosa poética y que, al mejor estilo de los haikus, se parece a un félido veloz y cimbreante, constituido más por músculos que por grasa.” (Víctor Montoya)
Espero que os guste....
Hola, molt bo el relat. Per a mi, el millor fins ara. Confio, no obstant, en les teves ansies i possibilitats d'autosuperació. Míriam
ResponderEliminarGracies Míriam per perdre uns minuts llegint aquestes pàgines.
ResponderEliminarNo put suportar veure els meus relats suant la samarreta, fent una cursa a, a veure qui queda primer. Tots ells, petits, son la mateixa criatura. Fets per ser llegits.
Recorda que "que todo depende del color del cristal con el que se mira". Nada es mejor, ni nada es peor, todo es diferente.
Una abraçada.
Xavier
En un día cualquiera puede producirse la sorpresa de encontrarse de pronto con uno mismo y reconocerse,notar más luminidad en los colores,más tacto en el aire, una disposición del tiempo en hacerse eterno y en ese instante sentirse pleno de existencia.
ResponderEliminarEn un día cualquiera todo está por descubrir.