La ley anti-descargas ha sido derrotada en el Congreso. Algunos presentan esta derrota como un triunfo de la red, a la que ya proclaman como el nuevo cuarto poder. Pero esta no es una guerra entre creadores e internautas, es algo mucho más complejo.
Esta semana hemos asistido al enésimo fiasco del Gobierno Zapatero. La ley anti-descargas - la mal llamada Ley Sinde-, ha sido derrotada en el Congreso.”Cobardes” llamaba Alejandro Sanz a nuestros políticos. “Han triunfado los piratas” titulaba un diario de la capital. “Atentado a la libertad de expresión”, “vuelve la censura”, hacían correr los internautas por las páginas de Facebook y Twitter.
Parece que las posiciones están bastante alejadas. Es una característica de estos nuevos tiempos: cuanto más complejo es un problema, más lo simplificamos. Algunos han intentado presentar esta derrota parlamentaria como un triunfo de la red, a la que ya proclaman como el nuevo cuarto poder: “nadie quiere enfrentarse al mundo de los internautas”. Nada más lejos de la realidad: la RED ni es neutra, ni es libre. ¿Alguien cree – de verdad- que la Ley no fue aprobada por la presión de los internautas? La ley no se aprobó por la incompetencia parlamentaria del PSOE, y especialmente porque no coincidieron los intereses de los diferentes grupos políticos. Tiempo al tiempo, que aquí los internautas sólo han servido de excusa. Lo más importante es saber que ni esta ley, ni ninguna otra parecida, van a solucionar el verdadero problema, que no es otro que cómo hacer conjugar los intereses de los creadores –que son legítimos- con la existencia de una red libre y universal. Una cosa tengo clara, esta no es una guerra entre creadores e internautas.
Es obvio que los creadores deben poder vivir de su trabajo, en el caso contrario el hecho cultural acabará desapareciendo -si dañamos la creación dañamos la cultura-, pero no es más obvio que las nuevas redes de comunicación seguirán creciendo y siendo elementos centrales de nuestra cotidianeidad: estamos obligados a buscar el punto de encuentro.
En el nombre de la libertad no podemos permitir que unos cuantos hagan negocio con la propiedad de otros, en medio de todo esto está la industria, las grandes multinacionales norteamericanas y los proveedores de internet, y aquí lo que manda es el dinero, y el que corre por la red es mucho. Hoy día todo tiene precio y la cultura no escapa a ello. Mientras simplificamos el problema, hasta el extremo de presentarlo como un enfrentamiento entre internautas y creadores, ellos se frotan las manos. Lo que no podemos tolerar es que los beneficiarios principales del hecho cultural sean las teleoperadoras.
“La cultura crea ciudadanía”, sostenía Javier Solana en sus tiempos de ministro socialista de Cultura, y así ya lo había proclamado la Segunda República. Fue Solana el que impulsó –en 1986- la Ley de Propiedad Intelectual todavía en vigor, en aquellos años la Red, como existe hoy, no estaba ni el sueño de los mas visionarios. Demasiados años han pasado sin hacer nada, la red no puede ser un espacio al margen del mundo real, no puede convertirse en un mundo paralelo; una red sin normas es una entelequia, y ese es el camino mas rápido para que la Red caiga definitivamente en las manos de unos pocos.
El asunto es el reflejo de los cambios acelerados que sufrimos, los modelos productivos y las normas ya no responden a las exigencias de la tecnología, pero pedir la propiedad pública sólo de los bienes culturales no puede ser el camino. Hay que conciliar derechos y garantías, hay que proteger la propiedad intelectual, hay que buscar un acuerdo que permita la libertad en internet con el respeto y el incentivo económico para los creadores.
Ya no valen viejos paradigmas, no son tiempos de normas dictatoriales, de patadas en el router, ni del cierre de webs sin tutela judicial alguna; son tiempos de reflexión ante cambios profundos en los modelos culturales y en las formas de acceder al hecho cultural. Lo malo es que este Gobierno no va por ese camino, ni el que previsiblemente vendrá tampoco. Esto sólo es el principio y el camino será largo y tortuoso. Es ahí donde ese cuarto poder, donde la red puede dar una lección a la política, a los mercados y a las teleoperadoras, proponiendo soluciones viables que concilien los intereses de todos, el no y el nada quedan muy bien, y consiguen muchos amigos en Facebook, pero no sirven para mucho mas.
La tecnología es imparable, es el problema, pero también es la solución. El peligro es que la red se convierta en un gran cubo de basura: el mundo de lo efímero y de lo instantáneo. No olvidemos que lo importante no es el soporte sino el mensaje.
© Xavier Blanco 2011.
© Xavier Blanco 2011.
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