martes, 21 de diciembre de 2010

08 REBELDÍA O RESIGNACIÓN.

(Dedicado a Marisela Escobedo, asesinada en Ciudad Juárez). 

Hoy voy a hablaros de Marisela. Sería mejor no decir nada. Si lo pienso bien, no es un tema que interese a mucha gente, pero quiero hablaros de ella.


Ayer leí la noticia en el diario. Han matado a Marisela Escobedo. El sábado por la noche fue asesinada por unos sicarios, de un disparo en la cabeza. Marisela era una madre coraje de esas que pueblan la geografía de la pobreza. La hija de Marisela tenía de 16 años y una hija recién nacida, pero en agosto de 2008 el crimen organizado la mató. Marisela entonces dedicó su vida a perseguir al asesino de su hija, a pedir justicia.

Ella podría haber nacido en Barcelona, en Londres o en Roma, pero el azar, la providencia, la hizo nacer en Ciudad Juárez,  México. Allí, como en tantos otros lugares, las mujeres casi nunca tienen infancia y, pocas veces, futuro: en los últimos años han asesinado a mas de 500. Marisela consiguió que el autor confeso del crimen de su hija acabara en la cárcel, pero la connivencia de jueces, policías y políticos con el narcotráfico, lo puso de nuevo en la calle tras sólo unos meses en prisión.

Marisela empezó su cruzada particular y recorrió medio país clamando justicia, gritando “¡Basta ya!”, pero nadie la escuchó, nadie la recibió. Al volver, fue amenazada de muerte. Ella sabía que iba a morir y se instaló delante del palacio del Gobierno Provincial: “No me voy a esconder. Si me van a venir a asesinar, tendrán que venir a asesinarme aquí enfrente,  para vergüenza del Gobierno…”. Triste profecía: su cuerpo inerte quedó allí tendido con un tiro en la cabeza.

Lo malo de todo esto es que Marisela sólo es una más de esas miles y miles de personas que viven en el olvido, en la injusticia permanente: en Ciudad Juárez, en los arrabales de Tegucigalpa, San Salvador, Río, Buenos Aires, Caracas, y en tantos otros lugares del planeta. Una realidad que enfrenta  cada día a los que tienen muy poco con los que no tienen nada.
Que poco ha cambiado el mundo. Esos países tienen de todo: riquezas naturales, mano de obra, ilusión y conocimiento. El crecimiento económico no ha repercutido en el conjunto de los ciudadanos, y el aumento del PIB se reparte de forma desigual, aumentando la fractura endémica entre los ricos y los pobres. 

Ya hace mucho tiempo que Francis Fukuyama, tras la caída del muro de Berlín, declaró su teoría del fin de la historia basada en la inexistencia de cualquier alternativa al tándem democracia liberal-capitalismo, como modelo político y económico. El pensamiento único ha triunfado y  ahí seguimos. Nos estamos habituando, con demasiada facilidad, a esta situación y a la deriva que estamos sufriendo. En nombre del progreso, de la ciencia, del beneficio económico, de los mercados, se efectúan continuos ataques a la integridad y a la dignidad de las personas.

Aquí el sistema capitalista ha llegado al paroxismo, y la desigualdad infinita y el expolio permanente  han convertido a millones de personas en un ejército de zombis, pobres e invisibles, al borde del abismo. Hoy la delincuencia, el crimen organizado y el narcotráfico, son unas de las consecuencias más terribles de  esta situación, de estos nuevos tiempos.

Aquí falta lo más importante, el Estado. Cuando el Estado no está, o está ausente, cuando el ciudadano no se siente amparado, cuando el estado es incapaz de responder a las necesidades de sus ciudadanos, de solucionar sus problemas, se produce una fractura social irreparable. Este es el caldo de cultivo, es aquí donde por amor, por miedo o por odio al poder despótico, el ejército de zombis sucumbe, legítimamente, a la llamada de lo ilícito, como única forma de rebeldía. El hambre, el analfabetismo y la calle, se han convertido en la Universidad de los pobres, y es aquí donde el crimen organizado, una vez ha abdicado el Estado, ha hecho del clientelismo social su oficina de reclutamiento.

Cuando la vida de un ser humano no vale nada, cuando la muerte mora en cualquier esquina y se convierte en parte de la cotidianeidad, ¿qué les queda? Nada, sólo la desesperación y el precipicio.

El sistema es malo, muy malo, y además ha fracasado estrepitosamente. El binomio producir-consumir hace tiempo que no sirve. Al desastre medioambiental debemos unir el desastre ético: la riqueza de unos pocos frente a la desesperación de la mayoría. El Estado, que allí nunca existió, aquí empieza a quebrarse por la corrupción endémica, el olvido de la ética pública y de la defensa de los derechos de los ciudadanos.  Lo que prima es el capitalismo del favoritismo, de la desigualdad creciente y del saqueo de los recursos humanos.

Y desde nuestra atalaya de bienestar todos somos cómplices. El pensamiento único hace tiempo que ganó la batalla de la información, y con sus negras previsiones, nos prepara psicológicamente para la resignación. 

Ya nadie puede hacer nada por Marisela, que la enterraron ayer, ni por su hija. Esperemos que algún día la historia haga justicia, y la nieta de Marisela pueda vivir en un mundo mejor. 

El ejército de zombis aumenta paso a paso y avanza, indestructible, porque cuando desaparece el  temor a la muerte todo es posible. Lo peor es que la crisis del capitalismo arrastra, en su caída, a la democracia. Quedan pocos caminos: rebeldía o resignación. 





 

Canta: Macaco.
Canción: Con la mano levanta.

Dedicado a todas las Mariselas del planeta.

 

© Xavier Blanco 2010.

1 comentario:

  1. Otra muestra más de la impunidad con la que funcionan ciertos niveles de criminalidad, con la tolerancia y a veces complicidad de los gobiernos.

    En un mundo injusto solicitar justicia se paga con la muerte.

    Debemos de exijir de la justicia el cumplimiento de su cometido.

    gorka

    ResponderEliminar

Este Blog se alimenta de tus comentarios. Si dices algo, sabré que has pasado y me sentiré acompañado. Gracias a tod@s por leer estas páginas.Este blog forma parte de la ABLACC (Asociación de Blogs Literarios que Aceptan Crítica Constructiva). Así que critica sin piedad, pero comenta tus razones, es la mejor forma de aprender.