Hay cosas que no cambian. Este es un país de tradiciones. Os hablo del arte del toreo. Hace tiempo que la lidia abandonó las plazas, los cosos, para pasar a formar parte de nuestra cotidianeidad. Los trabajadores, los obreros, las clases subalternas que diría Raimon ¡vamos, la mayoría! -, hace tiempo que nos hemos convertido en toritos mansos, en vaquillas, en simples cabestros. De la cuna a la plaza, de la plaza al matadero.
El viernes había Festejo por todo lo alto. Vamos, como la Feria de Abril pero en Febrero. La plaza estaba llena: de políticos patrios y foráneos, de los amos del capital, de los dueños del trabajo, de los amigos de los mercados…de todos esos. Hace tiempo que estos sátrapas se pasaron al toreo. Se han apropiado de la Tauromaquia. Oficiaba de presidenta Angela Merkel, y de alguacilillo hacía Zapatero. El aguacilillo es el encargado de ejecutar las órdenes del presidente durante las corridas de toros. Su función principal es realizar el «despejo» de la plaza, dando una vuelta al ruedo, en recuerdo de cuando había que desalojar al público de la plaza pública para que pudiese comenzar el festejo sin peligro. El trabajo ya estaba hecho, y la plaza estaba limpia de polvo y paja. ¡Trozo de algucilillo!
Paren la música que empieza la corrida: ya salen los toros a la plaza. El primero de la tarde, de nombre “cinco millones de parados”: ¡qué monstruo¡, ¡qué bestia! Pase de pecho. Salen los picadores, unos cuantos puyazos, y continuamos. Ahora banderillas, que parece que el animal ha salido bravo, y, por último, pase de muleta y estocada mortal. Vamos ya con el segundo toro de la tarde: “el Estado del Bienestar” se llama. Buena presencia: qué tronío. El torero empieza a medir la distancia: pase de pecho, verónica, tres pares de banderillas, un pase detrás de otro y luego un desplante, muleta y estocada... y otro para el matadero. Igual suerte corrieron los cuatro morlacos que salieron a continuación, de nombre: “los salarios congelados”, “se acabaron las cajas de ahorros”, “la jubilación a los 67” y el último de la tarde “no hay derechos que valgan”. Impresionante, qué arte, qué finura, qué precisión. No hay toro que se les resista. “Estos toros ya no son como los de antes”, gritaba un entendido desde el palco. Llega la hora de los trofeos, la plaza en pie vitorea a los diestros: Olé, olé y olé. Se van escuchando las sentencias una detrás de otra: “Las medidas son magníficas”, dice Botín. “La reforma de las pensiones y la reestructuración bancaria son decisiones valientes”, comenta Sarkozy. “España realmente ha hecho sus deberes y va por muy buen camino”, dice la Merkel. El público entusiasmado, eufórico, pañuelos blandiendo al viento. Se acabó la corrida, no ha podido ser mejor: dos orejas y el rabo, el más grande de los premios. Lo nunca visto: el agucilillo a lomo de los toreros dando la vuelta al ruedo -algunos dicen que al aguacilillo antes no le gustaban los toros-. Habladurías.
¡Qué pena! Uno siempre pensó que los políticos están para servir a su pueblo. Se suponía que sirven para solucionar los problemas de la gente. Pero eso debía de ser antes; ahora nadie se acuerda de la gente. Fuera de la plaza, detrás de las vallas publicitarias, alejados de tanto festejo estaban los súbditos: los ciudadanos que siguen su caminar ajenos al festival. Hace tiempo que el populacho dejó de ir a los toros: los parados mayores de 50 años, el miedo al despido, los jóvenes sin empleo y sin futuro, los salarios congelados, las hipotecas sin pagar, los recibos de la luz... Lo bueno de todo esto es que, aunque parezcamos una república bananera, todavía tenemos el privilegio de poder ir a votar y elegir nuevos gobernantes. Estos ya no sirven ni para carne.
Lo malo es que después de estos llega lo peor. Se va el agucilillo y viene el bombero-torero. Parece ser que Mariano Rajoy y sus muchachos estaban en la plaza, escondidos, viendo los toros desde la barrera. Esta semana una televisión amiga le había montado un bolo a Mariano, un publireportage - vamos, para lucirse -. Toreaba en plaza amiga y le habían puesto vaquillas. Pero ni por esas. Una atrevida espectadora empitonó: “¿qué medidas tiene usted para crear empleo y ayudar a los jóvenes?”-. Pobre hombre, qué aprieto, qué mala mujer, que cornada. Buscó entre sus papeles, ¡qué nervios! y se quedó mudo. Perdro J., que oficiaba de banderillero, intentó ayudarle… pero nada de nada. Busca que te busca: ”eehhhh”…”bueno”, y ahí que va la respuesta : “Que lo he escrito aquí y no entiendo mi letra”. Esto es peor que el Club de la Comedia. Este tipo es el “Chiquito” de la política. No sólo no sabe lo que escribe, lo peor es que no sabe lo que piensa. Qué importa, no hace falta programa, ni propuestas, ni medidas, en esto de la política –como en los toros- vale con dos pases de pecho, muleta, estocada y al matadero.
Nada está escrito y todo puede pasar. Sueño que la manada camina sin rumbo, desbocada, convertida en minotauro. Llegado ese día la suerte cambiará de bando.
© Xavier Blanco 2011.
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Te veo un poco exceptico Xavi. !!!!
ResponderEliminarpero cuanta razón tienes y eso es mucho peor que el hecho de tu excepticismo.
Un abrazo
Ovi
Ovi,
ResponderEliminarEs el excepticismo de la razón. Vendrán otros tiempos, pero siempre estaremos en el mismo lado de la barricada.
Un abrazo,
Xavier