miércoles, 23 de febrero de 2011

40 La calle árabe.



“Los que hacen imposible la revolución pacífica, hacen inevitable la revolución violenta”
John F. Kennedy



Hoy vuelvo a escribir sobre ellos. Ayer Túnez y Egipto, hoy Libia, Bahréin, Yemen, Argelia y Marruecos. Llamarme pesado, pero creo que estamos viviendo hechos que cambiarán el mundo, que ya son historia.

Hace ya algunos años tuve la oportunidad de visitar Marruecos y también Egipto. De eso hace ya casi 20 años. Recuerdo los palacios, las mezquitas, los paisajes, las pirámides, los mercados…Pero si hay algo que ha permanecido en mí, es la gente, la calle árabe. El bullicio, las charlas, las risas, la sensación de que el tiempo estaba detenido. Los jóvenes y adolescentes quietos, ociosos, en las esquinas, en las calles, viendo pasar la vida, sin hacer nada, sin futuro. Recuerdo a Abdel, un joven que conocí en Marruecos, y a Fátima, una adolescente que nos hizo de guía en Fez. Recuerdo a Mohamed, que nos invitó a su casa en El Cairo. Recuerdo sus anhelos, sus sueños de libertad. Hoy los tres rondarán los 35 años y estoy seguro que, si no malviven en los arrabales de alguna gran ciudad de Europa, estos días están luchando por un futuro mejor.

El mundo árabe se ha convertido en un tablero de juego, de un juego macabro, donde no se juega sólo con blancas o negras. Aquí y ahora hay demasiados intereses: EE.UU, Israel, Irán, Francia, Europa…Se juegan partidas simultáneas, lo peor es que la partida está llena de tramposos, de trileros, de cartas marcadas, de profesionales del miedo que apuestan a todo o nada, jugándose a la ruleta rusa el futuro de esas gentes. Pretenderán engañarnos, pero EEUU y Europa siempre estuvieron del lado de esos dictadores, de esos tiranos. Ben Alí, Mubarak, Gadafi… para el dinero, esa gentuza siempre fue un mal menor.

Hace ya demasiado tiempo que el miedo al islamismo, a los radicales islámicos, substituyó en el tablero internacional el miedo al comunismo, el que tan buenos resultados dio en los tiempos de la Guerra Fría. El anticomunismo de ayer es el antiislamismo de hoy. Pero la muchedumbre, la plebe desarmada, arriesgando su vida, ya ha tumbado a los dictadores de Túnez y Egipto, y todo ello sin quemar banderas de Israel, ni de EE.UU, sin arbolar las banderas verdes del Islam. Explotan los anhelos de libertad y lo hacen sin consultar a la geoestrategia, es un momento histórico, de perplejidad y de desconcierto.

Esto no se para, el cóctel es mortal, y ya ha sido ingerido: escalada de precios de los alimentos básicos, paro juvenil endémico, niveles escandalosos de pobreza, desigualdad crónica, falta de libertades, violación de los derechos humanos…


Ahora ha llegado la hora de Libia. Gadafi ha pasado la línea que separa un tirano de un genocida. Masacra las ansias de libertad de su pueblo con morteros, ametralladoras, tanques y aviones. Hoy el libro verde, destrozado por los ciudadanos, no sirve ni para papel de fumar. Que poco han aprendido estos tipos, usando la brutalidad para acallar las revueltas. Si hay algo que caracteriza a las tiranías es su ceguera. Hace pocos días el FMI visitó Libia, y alabaron “su comportamiento macroeconómico y el progreso”. Estos tampoco se han enterado de nada. Ellos a lo suyo. Hace demasiado tiempo que los mercados y la libertad de los pueblos llevan caminos divergentes, antagónicos diría yo. El poder del dinero nunca ha sido tan grande y tan mezquino como lo es ahora.
  
Como nos tiene ya acostumbrados, la Unión Europea ha hecho poco y tarde. Cuánto traje y cuánta corbata. Europa sigue su camino trazado, a la derecha y al pasado. Hace tiempo que Europa ha dimitido, ha abdicado de sus principios de igualdad y libertad y de sus valores democráticos, preocupados sólo por la inestabilidad económica, por la inestabilidad política, por los flujos migratorios.  A estos tipos les importa un bledo los ciudadanos árabes. Ellos están apenados por el petróleo de Libia, por el gas de Argelia, por los tratados de pesca con Marruecos, por el tráfico económico del Canal de Suez. Algunos, tristes porque esta semana no habrá Formula 1 en Banhréin. Qué poco les importa la dignidad de estas gentes, la libertad de estos pueblos. El dinero no sabe de sentimientos.


Puede que sólo sea un sueño, pero las noticias que nos llegan de Libia, Bahréin, Marruecos, Irán, Yemen y Argelia, nos indican que caerán más fichas de este siniestro dominó. Esa "Internacional Autoritaria", siniestra,  se desmorona como un castillo de naipes. Me vuelvo a acordar hoy de Mohamed Bouazzi, el joven tunecino que se prendió fuego el pasado 17 de diciembre en Túnez. Esa llama encendió la mecha que hará saltar por los aires los polvorines del hambre, de la injusticia y de la falta de libertad. La calle árabe arde, se quema. Primero cayó Túnez, luego Egipto, mañana caerá Libia, no hay dique que pueda parar esta ola de cambio. Como dice Mohamed El Baradei “cuando se siente la libertad, no hay marcha atrás. La gente ha perdido el miedo”…Estas gentes han dicho !se acabó¡, y quieren asumir la responsabilidad y el control de su propia existéncia. No importa mañana, lo realmente importante es lo que ya ha pasado, lo que está pasando.

La calle árabe ha dicho basta, y con la calle no se juega. El pueblo, la plebe está ganando la partida. Las aguas del Mare Nostrum están revueltas, y el batir de las olas ya está mojando nuestro bienestar, su rugido ahoga nuestro silencio. Lo podemos decir alto y claro: el sueño por un mundo mejor y mas humano vale la pena. La leyenda del Ave Fénix pertenece a El Cairo, a la calle árabe: hay fuego bajo las cenizas, el miedo ha cambiado de bando. La Historia hace justicia,  parece que esta vez ganarán los ciudadanos.

© Xavier Blanco 2011.

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34 Egipto, el poder de los ciudadanos.
32 Egipto: ¿cuánto vale la libertad de un pueblo?
27 Egipto, los caminos de la libertad.
20 Me gusta Túnez.

1 comentario:

  1. Como efecto en cadena,las ansias de libertad y bienestar encienden las calles árabes, el pueblo a perdido el miedo ( perdída la esperanza )y exige cambios profundos ya.

    Esperemos que la comunidad internacional intervenga para anular la represión y no volver a impulsar gobiernos títeres, que sigan negando el reparto económico y los derechos civiles.

    Un mundo mejor es posible, pero exige luchar en todos los frentes, para hacerlo realidad plena.

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