domingo, 27 de febrero de 2011

42 Los Músicos de Bremen.

Las cosas habían cambiado. A peor. Lo suyo era una vida de perros. Difícilmente podía ser de otra manera: era un dálmata. Bien, bien, tampoco. Era blanco, con manchas negras. En realidad era un chucho cualquiera. Hacía semanas que aquello no pintaba bien: el pienso se convirtió en sobras, y las caricias en patadas. Malos tiempos.
Un día su amo lo dejó abandonado en un descampado, lejos de la ciudad. Él no era Pulgarcito, no había dejado piedrecitas por el camino. Tampoco era un perro de esos de la televisión que aparecen dos años después, en casa de sus propietarios, tras haber recorrido medio mundo. Leyendas urbanas. Se quedó allí. Ahora vive en una comuna, con un gallo, un burro y un gato callejero. Podría haber sido peor. Mucho peor. La crisis es muy mala. La música amansa a las fieras. 
© Xavier Blanco 2011.

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1 comentario:

  1. Dice la historia que hubo un tiempo donde se aunaron las voces hasta componer un elevado tono de grito que consiguió derrumbar las murallas.

    La sonoridad tiene la particularidad matemática de estimular los espiritus, pero hace falta sostener la nota para acompasarla.

    Música bien interpretada es lo que necesita el momento actual para acompañar a los oyentes.

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