Dedicado a todos los que no quieren girar dentro de la pecera.
A los estudiantes de Valencia, a los que se parten la cara impidiendo desahucios,
a los que luchan por un presente diferente, a los que están cansados de tanto recorte hipócrita
y a los que creen que un mundo mejor es posible.
Alborea un nuevo día y
el mundo gira, antojadizo, suspendido en las aristas del firmamento. Puede que
el Infinito sea convexo y distorsionado como una pecera habitada por
peces estrella. Especular que ahora, en este intervalo
imperceptible de tiempo, la luz irisada de un sueño se enluta de forma
definitiva y un niño recién nacido deja de llorar extinto en el barro. Tal vez
esa luminosidad exánime sólo sea el destello de un proyectil que hurga esquivo
buscando su diana: la bala perdida de un niño soldado que mata a su hermano en
una guerra ignorante. Mientras eso ocurre, los arpegios del viento soplan
enemistados en la lejanía, en ese lugar donde la miseria engendra larvas
de podredumbre. Es ahí donde realidad y pesadilla interseccionan, y el ser
humano, convertido en monstruo, se marchita reptando solícito en el fango de su
insolencia. No importa, sólo son imágenes retenidas en la trastienda de
nuestras retinas -quizás molestos fotogramas de memoria-. El planeta rota y seguimos
absortos saboreando el aroma del café, observando como nuestras mentes se
anegan entre tantas concomitancias. Ahí sentados, inhalando comodidad, el
Cosmos se refleja diminuto en la cucharilla. Seguro que podría ser de otra
forma, pero hoy anochecerá y el mundo girará antojadizo suspendido en las
aristas del firmamento. Esas volutas de café nos envuelven, nos narcotizan,
pero las olas de la lejanía regresan cada mañana y desgarran nuestra orilla. Escondidos
tras el horizonte, seguimos rebuscando desesperados una tabla, algo donde
asirnos, aunque sólo sean los restos de un naufragio. Un día nos despertaremos
y el mar se habrá tragado la muralla. Sólo nos quedará la pecera y nosotros, en
su interior, girando solícitos como peces estrella. Puede que solo anhelemos
eso. Desde adentro el mundo se percibe diferente: convexo y distorsionado.
© Xavier Blanco 2012.