viernes, 29 de abril de 2011

69 La Dama I














El olor a sangre dificultaba olfatear el final. Después de días de disputa, las pérdidas eran incalculables; el campo de batalla henchido de cadáveres. Una detrás de otra fueron cayendo las huestes de primera línea, simples braceros. El embestir de los alazanes, actores de las más honradas gestas, agrietaron los caminos que socavaron las almenas. Torres que se desmoronaban como naipes que acuna el viento. Estocadas letales, hidalgos ensangrentados que pasaron a mejor vida. El ocaso: reyes sin fortalezas, reinas sin Corte. Una contienda, a muerte, por el más alto de los laureles. Ojo por ojo, diente por diente. No se dirimía el poder, no se litigaban tierras, ni posesiones. Todo por honor. Noches en vela para concluir frente  a frente, huérfanos de tropa,  en un duelo delirante. No perdía de vista sus ojos. Puede que cambie mi suerte. Cortejándola hasta el alba, para concluir vencido por la dama blanca. Un solo despiste, una sola mirada, dos palabras: “jaque mate”.

© Xavier Blanco 2011.

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