Le costaba caminar, cuánto tiempo sin hacerlo. Estaba entumecida, dolorida, rígida, yerta, acalambrada. Demasiados días allí sentada, horas y horas moviendo un pie y luego el otro, flexionando las rodillas, arqueando los codos, girando el cuello. Lo peor eran las cuerdas. Pensando que la felicidad es correr y cortar el viento, saltar y tocar las estrellas. Soñando ser su propio dueño, levantó la mirada, se estremeció, lo distinguió a lo lejos. Él la observó y aceleró su caminar. Se quedó quieta, inmóvil, como si una fuerza externa hubiera paralizado sus extremidades. Presa del pánico, cerró los ojos en el mismo momento que él la asió por el cuello, y volvió a ligar las cuerdas a la cruceta. Por sus mejillas, de madera, caían dos lágrimas. Maldito destino. Volvía a ser una marioneta.
© Xavier Blanco 2011.
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Hola, Xavier.
ResponderEliminarEncontré tu nombre por ahí. Te escribo para decirte que incluí un enlace a tu blog desde el mío. En él encuentras una selección de los mejores blogs de microrrelatos.
Un cordial saludo,
PABLO GONZ
Hola Pablo. Es un orgullo para mí que visites estas páginas. Gracias por enlazarme, yo también tengo el tuyo enlazado.
ResponderEliminarUn abrazo amigo.