Abrió los ojos doloridos como si emergiera por un pozo oscuro. No conseguía respirar. La sangre seca obstruía su nariz y seccionaba su garganta. Descendió, tembloroso, del vehículo. Una bruma baja asediaba el paraje. Miró a su alrededor: reconoció el cuerpo de María, inerte, en la ciénaga. Sólo podía ser un sueño, quizás una maldita pesadilla. Recordaba las risas, la carretera serpenteante, el claxon del camión y aquella luz cegadora. Tal vez había aparcado en el mismísimo infierno, tal vez sobró la última copa. Aterido, sintió frío, le atacó el miedo, un silencio sepulcral antecedió al respiro de la muerte.
© Xavier Blanco 2011.
© Xavier Blanco 2011.
mal camino, malas copas... muy bien contado... parece que uno esté allí también, en la ciénaga, esperando a la muerte... qué repelus...
ResponderEliminarQue todo sea una maldita pesadilla... es lo que uno quisiera creer desesperadamente ante lo fatal e irremediable. Antes del último suspiro quizás haya pensado "si no hubiera tomado esas copas, si no hubiera ido por ese camino, si... etc etc". Eso que se nos ocurre pensar, como si fuera a solucionar algo, sabiendo que no soluciona nada.
ResponderEliminarMe encantó, Xavier.
Saludos!!
Muy bien contado este "Mal camino", realmente una se siente ahí en ese lugar sin retorno.
ResponderEliminarBesitos
Gracias Mar, gracias Ana, gracias Elysa.
ResponderEliminarLa vida es un camino infinito, que se bifurca una y mil veces. Me siguen impresionando esos caminos que se cortan violentamente, caminos llenos de futuro que se marchitan en la primavera de la vida. La muerte siempre es una tomadura de pelo, aparece sin avisar, de imprevisto, pero siempre es mejor no azuzarla, no retarla, no batirse en duelocon ella, siempre pierdes y ya no hay tiempo para la rebancha.
Un abrazo.