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CAPÍTULO 2.
Seguimos a la deriva. El entusiasmo de los primeros días ha naufragado en una quietud insoportable. Hace semanas que no oscurece. No hay lunas, no hay noches. Es difícil subsistir en este cosmos monocromático. El cielo y el mar han dejado de ser azules. Nuestras pupilas, arañadas por el reflejo del hielo, ya no perciben más color que el blanco nada. Ha desaparecido la línea del horizonte. No puedo soportar este silencio abortivo, el mismo que precede a la tragedia. Papá, mamá, María - mi hermana- y yo, somos los únicos habitantes de este planeta helado. Nuestra casa, nuestro jardín, convertidos en un iglú ciclópeo asediado por el frío. No hay nada más, no hay nadie más. No nos enfadamos, no nos reconciliamos, nada que hacer, nada que comentar, nada que achacar. Los días pasan envueltos en una niebla densa, la que produce nuestra respiración colisionando con el aliento del hielo. Papá continúa con sus inventos, horas, días haciendo números, especulando; ahora creé que la maldita máquina ha podido abrir un agujero en la línea del espacio tiempo. Él sigue ahí, ensimismado, teorizando mundos paralelos. Nos enseña física, química, matemáticas; difícil en este océano de hielo. No percibimos la tercera dimensión, ni siquiera hay sombras. Mamá intenta explicarnos las cosas de la vida: hoy toca la avaricia. María está asustada, deambula nerviosa, y no deja de imitar el aullido de los lobos. El vino sigue ahí, helado. Tampoco importa, no hay nada que celebrar.
© Xavier Blanco 2011.
Ninguno puede servir a dos señores; porque odiará a uno y amará al otro, o será fiel al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. (Evangelio según San Mateo 6, 24).
CAPÍTULO 2.
Seguimos a la deriva. El entusiasmo de los primeros días ha naufragado en una quietud insoportable. Hace semanas que no oscurece. No hay lunas, no hay noches. Es difícil subsistir en este cosmos monocromático. El cielo y el mar han dejado de ser azules. Nuestras pupilas, arañadas por el reflejo del hielo, ya no perciben más color que el blanco nada. Ha desaparecido la línea del horizonte. No puedo soportar este silencio abortivo, el mismo que precede a la tragedia. Papá, mamá, María - mi hermana- y yo, somos los únicos habitantes de este planeta helado. Nuestra casa, nuestro jardín, convertidos en un iglú ciclópeo asediado por el frío. No hay nada más, no hay nadie más. No nos enfadamos, no nos reconciliamos, nada que hacer, nada que comentar, nada que achacar. Los días pasan envueltos en una niebla densa, la que produce nuestra respiración colisionando con el aliento del hielo. Papá continúa con sus inventos, horas, días haciendo números, especulando; ahora creé que la maldita máquina ha podido abrir un agujero en la línea del espacio tiempo. Él sigue ahí, ensimismado, teorizando mundos paralelos. Nos enseña física, química, matemáticas; difícil en este océano de hielo. No percibimos la tercera dimensión, ni siquiera hay sombras. Mamá intenta explicarnos las cosas de la vida: hoy toca la avaricia. María está asustada, deambula nerviosa, y no deja de imitar el aullido de los lobos. El vino sigue ahí, helado. Tampoco importa, no hay nada que celebrar.
(CONTINUARÁ...)
© Xavier Blanco 2011.
La avaricia (pintura de Pieter Brueghel).
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Ninguno puede servir a dos señores; porque odiará a uno y amará al otro, o será fiel al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. (Evangelio según San Mateo 6, 24).
Xavier, buena continuación de Cambio climático y ahora que lo dices ¿no se deberá este octubre caluroso a una maquinita como ésta?
ResponderEliminarEspero la continuación.
Un abrazo.
Nicolás, gracias por pasar. Eso pienso yo, el padre tiene razón, esta máquina ha generado un agujero en la linea del espacio tiempo, y así estamos, que en vez de castañas comeremos helados de vainilla. Lo peor será cuando comience a nevar. Un abrazo
ResponderEliminarVoy a tener que leeermelo todo desde el principio, me lo voy a guardar para hacerlo con calma.
ResponderEliminar¿Es esta tu micronovela?
Al leerte, se filtra la soledad entre tus líneas.
ResponderEliminarEstán ellos, pero están solos en ese océano de hielo en el que la atmósfera se ha congelado.
Xabier, arregla el enlace que desde el capítulo 1 enlaza con el 2, porque te falta ".html" y no funciona. Sólo lo digo para que tú capítulo 1 no se quede "solo", "frío", "congelado", "aislado" .....
Un abrazo, Laura.
Me encanta. El primero fue muy divertido. En cambio, en éste noto desazón, soledad, desesperación. Es la antesala del futuro que nos espera, sino al tiempo, Je, je. Mar Horno
ResponderEliminarMuy buen relato Xavier. Me ha encantado eso de "Mamá intenta explicarnos las cosas de la vida: hoy toca la avaricia". Sí, la avaricia debería ser lo primero que nos enseñasen a todos, que aquí parece que a muchos se les ha olvidado. Un beso!
ResponderEliminarMuestras unos perfiles algo desoladores, y sin embargo lo haces con un lenguaje lírico, incluso etéreo, que contrasta con el panorama aparentemente terrible que se aproxima. Ganas de continuar leyendo es lo que por este lado provoca. Abrazos.
ResponderEliminarMe gustan el silencio abortivo, el iglú ciclópeo, el aliento del hielo. Es desolador pero interesante, invita a seguir leyendo al calor de esa madre que todavía recuerda qué era la avaricia (o cuando había de qué tenerla).
ResponderEliminarHasta la próxima. Abrazos.
Me ha encantado este segundo capítulo, ese padre que porfía en sus ideas sin desmayo, los valores de la madre, la niña que aúlla y quien nos relata la historia: el niño que la atestigua. Quizá, lo que más miedo me da, es esa apabullante lucidez del niño.
ResponderEliminarEsperando por el tercer capítulo
Un abrazo
Muy bueno, Xavier.
ResponderEliminar¡¡Qué entorno más frío!.Tiemblo. Una familia atrapada en un mundo helado.¿Es esto futurismo?...
ResponderEliminarMe he parado a pensar en los personajes: "papá, ensimismado,teorizando mundos paralelos",mientras "mamá intenta explicarnos las cosas de la vida"...
Un reparto de tareas muy convencional, Xavier.
Un abrazo.
Aquí la cosa cambia, es posible seguir el rastro del frío y la desesperanza. Muy bueno
ResponderEliminarBesitos
Luisa, Gracias por pasar. Sí, ahí estamos trabajando mu primera micro-novela, ya veremos que sale.
ResponderEliminarLaura, esa era la intención de este capítulo, centrar el entorno, el frío, la incertidumbre, la soledad del individuo sin sociedad.
Gracias por el error en el enlace.
Quejica, elegí la avaricia, pensé que era lo primero que hay que enseñar.
Maite, no te dejes llevar, el entorno es desolador, los personajes no, mira la lucidez del niño, las ganas del padre por seguir con el invento, y la madre que hasta en ese ambiente hostil procura inculcar a sus vástagos valores fundamentales. La única asustada es la niña pequeña, no entiende nada.
Un abrazo
Susana, gracias por los comentarios. Si anima a seguir leyendo hemos conseguido la principal intención.
ResponderEliminarPatricia, has captado a la perfección cada uno de los personajes, seguramente en el próximo capítulo conoceremos algo mas de ellos.
Ximens, gracias por el comentario.
Sinrima, puede ser una opción de futuro, una nueva glaciación...No coincido contigo, la madre asume el papel central, ella incluso en este frío inmenso sigue educando a las criaturas, preparándolos para un mundo en comunidad. Ella es optimista y creé que regresarán.
Elysa, risa y llanto, vida y muerte, blanco y negro, como la vida misma.
Un abrazo a todos.
Este capítulo es un poco más desesperado, más solitario.
ResponderEliminarLa madre es fuerte, se adapta muy rápido al cambio (o "no cambio", según se mire).
Esperaré a ver como sigue.
Un saludo Xavier.
Me encanta. Has recreado a la perfección una atmósfera de aislamiento del mundo exterior, de soledad compartida entre los miembros de esta singular familia con una mirada esperanzadora hacia el futuro, sea el que sea.
ResponderEliminarLa adjetivación, como siempre, es uno de los rasgos sobresalientes de tu escritura.
Enhorabuena.
Un abrazo,
Nuria
Hola Alberto, si el cambio ha sido brusco. Así son los experimentos. La madre es el centro.
ResponderEliminarNuria, gracias. Por ahí vamos, volver al núcleo, no hay sociedad, sólo ellos. ¿Es posible volver a la génesis?
Un abrazo alos dos
Acabo de leer el 1 y este.
ResponderEliminarHas empezado bromeando y de golpe llego aquí y todo es muy serio....Me gusta. A ver si se le ocurre algo a ese padre científico para convertir el hielo en vino...a temperatura bebible. Mucha tensión. :)
Montse, puede que el contraste sea excesivo. Veremos que sendero elije el tercer capítulo.
ResponderEliminarUn abrazo