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Foto: EL PAIS. Terremoto en Lorca. |
A las gentes de Lorca
Un día cualquiera. Abro los ojos. La mirada asustadiza. El vacío. Seguro que no ha sido cierto. Sólo la peor pesadilla. Aquí, desprotegido, sin artificios, sin corazas, sin soberbias, sin orgullos, sin arrogancias. Únicamente el ser humano, pequeño, minúsculo, insignificante ante la inmensidad de la naturaleza. La naturaleza tiembla, el mundo palpita, las manos trepidan, los sueños tiritan, el futuro rehíla. La tierra bosteza, parpadea, sin Dioses, ni mas allá que nos proteja.
La gente transita, desconcertada, de un lado para otro. La gente que entra, que sale, que corre, que se para, desorientada, sin rumbo. Peregrinos hacia ninguna parte. Sigo aquí perdido, disipado, sin sustancia, yermo. No puede ser cierto. La piel erizada, agujas que son escalofríos. El miedo que atenaza, que corroe, que oprime, que estruja, que constriñe. El miedo, desnudo, desierto, despojado de abalorios, oscuro como la noche. La noche que envuelve, el crepúsculo temprano, dorado, magenta, solo negro. Negro, como el aire que llena los pulmones, que avasalla, que ahoga. El corazón encogido, arañado, lacerado. La niebla, la bruma. La nube de polvo que persigue, impávida, a la destrucción. El ruido ensordecedor, el tañido largo y triste de las campanas, el llanto de los niños, el lamento de un anciano. El olor a muerte, la ola de silencio que empapa hasta los huesos. La sombra de la desesperación que persigue los ensueños. Las ilusiones sofocadas. Paraísos de quimeras. El presente caprichoso, huraño, sepultado.
Desmenuzar los recuerdos. Las ideas se sacuden, la memoria que deviene olvido. El porvenir enjuto, descarnado. Desterrar el vacío que deja la catástrofe y la muerte. Expulsar la angustia. Confinar el miedo. Después de la noche siempre amanece un nuevo día. El alba. El cielo es de color azul, como la solidaridad. El cielo es verde, como la esperanza. Ocre, como la tierra donde sembrar las semillas. Rosa, como la sonrisa de un niño. Un sueño: salvar el futuro. Solos, estamos solos, sin dioses ni más allá que nos proteja...
© Xavier Blanco 2011.
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52 Lloro por ellos.