Hay cosas que no olvidas nunca en la vida. Seguro que ya no te acuerdas de las veces que te indicaron en tu niñez esa famosa fábula de Esopo titulada “la cigarra y la hormiga”: que si es mejor ser hormiga, mejor prevenir que lamentar, que hay que esforzarse como esa afanosa obrera, que hay que ser previsor… ¡Qué pesadez!, llegas a odiar a esa maldita hormiga. Esa cantinela te persigue durante años y, claro, como no tienes ni pajolera idea de que existió ese señor Esopo, pues crees que eso es cosa de tu madre, o del maestro, o lo que es peor, del santísimo, porque los curas también son dados a las moralejas, a las historietas y a los cuentos chinos. Sí, todo muy bonito, muy idílico, muy políticamente correcto, y cada vez que te sentías cigarra te entraba un miedo, una sensación extraña, como si estuvieras lapidando un mandamiento divino, como si la varita del maligno hubiera tocado tu contorno.
Pero la vida sigue, te haces mayor, y descubres que las cartas estaban marcadas, que el truco era muy malo y ves rápidamente el embeleco. Resulta que la cigarra adulta tiene un periodo de vida entre cuatro y cinco semanas, vamos que no le da tiempo a morirse de hambre, y que ya sería mala suerte nacer en invierno; y que la hormiguita diligente vive entre uno y cinco años, pues eso: “ora y labora”. Descubierto el artificio, uno se pegunta: ¿quién resarce a la cigarra de este escarnio eterno?, ¿quién le quita esa difamación, ese sambenito de vaga, de despreocupada, de parásito, de mujer disoluta entregada a los placeres mundanos, a la fiesta permanente? Nadie contesta, y se te queda cara de tonto. Qué injusta es la vida, mucha envidia es lo que hay, y mucha hormiga obrera. Y el Esopo ese que se lo haga mirar.
© Xavier Blanco 2011
Pero la vida sigue, te haces mayor, y descubres que las cartas estaban marcadas, que el truco era muy malo y ves rápidamente el embeleco. Resulta que la cigarra adulta tiene un periodo de vida entre cuatro y cinco semanas, vamos que no le da tiempo a morirse de hambre, y que ya sería mala suerte nacer en invierno; y que la hormiguita diligente vive entre uno y cinco años, pues eso: “ora y labora”. Descubierto el artificio, uno se pegunta: ¿quién resarce a la cigarra de este escarnio eterno?, ¿quién le quita esa difamación, ese sambenito de vaga, de despreocupada, de parásito, de mujer disoluta entregada a los placeres mundanos, a la fiesta permanente? Nadie contesta, y se te queda cara de tonto. Qué injusta es la vida, mucha envidia es lo que hay, y mucha hormiga obrera. Y el Esopo ese que se lo haga mirar.
© Xavier Blanco 2011
Madre mía!!! nunca lo había pensado así,... Genial reflexión
ResponderEliminarAquello de Yo soy yo y mi circunstancia? Muy buen ejemplo.
ResponderEliminarMucha envidia es lo que hay. Ese es el mal más grande de este mundo, si no hubiese tanta nos iría de otra manera, seríamos humanos con todas esas connotaciones que desprende la palabra.
ResponderEliminarSigrid, Montse, Inma, gracias por los comentarios. Creo que sí, que hay mucha envidia, mucho parecer y poco ser, mucho envoltorio, mucho disfraz...con lo fácil que serían las cosas siendo sólo nosotros mismos...sin abalorios, simples, sencillos...hoy me pido cigarra...
ResponderEliminarUn abrazo
Una de las cosas más interesantes de nuestra existencia es no tener garantías sobre el acontecer futuro, por más que persigamos la seguridad, obliga de redescubrirse a cada paso para poder optar al cambio en la búsqueda de la mejora.
ResponderEliminarPasamos por diferentes etapas de desarrollo, en alguna hasta tenemos prisa por crecer, pensando que nos llevará a un mayor grado de independencia, luego aparece lo contrario, queremos detener el tiempo para no perder vitalidad, hasta que empezamos a sentir las limitaciones que impone nuestro caduco cuerpo y se escenifica el gran drama existencial de enfrentarnos al final,el sufrimiento, la pérdida del dominio, la dependencia de nuevo, que nos pueden hacer sentir seres ya no válidos.
Solo el trabajo continuado de la comprensión de nuestra naturaleza nos puede llevar a tener herramientas que suplan las deficiencias y estimulen a seguir viviendo.
No es cuestión de ser cigarra u hormiga, ya que el largo-corto tránsito de la vida da para esforzarse y también para gozar, como única aventura que disponemos hay que estar dispuesto a recibir todo lo que el camino ofrezca.
Las fábulas tenían una intención "moral"- la de la época-.Samaniego las retoma en un siglo en que la revolución industrial estaba en marcha y era necesario propagar las virtudes del trabajo y condenar la ociosidad y las actividades no productivas.
ResponderEliminarCada época tiene sus cuentos con los que "lavar el cerebro" de los pueblos.
Y, lo bueno de hacerse mayor es que ya no nos creemos los cuentos.
Saludos
Hola Sinrima,
ResponderEliminarLa historia esta llena de mensajes, de consignas, de valores absolutos, directos a la línea de flotación de la libertad a los individuos. No hay mayor pecado que ser libres y decidir por nosotros mismos, de forma autónoma. El poder siempre se rodeó de dioses, de iglesias, de moralinas, de cielos e infiernos...Seguimos aquí, en la otra parte de la muralla, y no tiraremos la toalla.
Un abrazo
Vi el anuncio en blog de Adivin, me parece muy gracioso y sobre todo porque nunca lo razone asi. Un abrazo
ResponderEliminarHola Lapislazuli, gracias por pasar por aquí, gracias por quedarte. Bienvenida al caleidoscopio.
ResponderEliminarun abrazo.