Ya nada era igual. Después de volver de su último viaje estelar, había sido detenido. Su carácter no era amigo de disciplinas. Lo juzgaron. Le cayó la peor de las condenas, la más dura de las sentencias: vida infinita. Lo metieron en una nave. Le inocularon el virus de la inmortalidad. Lo lanzaron al hiperespacio.
Sigue vagando por el cosmos, una Galaxia detrás de otra. Días, meses, años, siglos, errando por el firmamento. Sentado, quieto, su vista perdida en el horizonte. Sólo tiene un sueño. Una ilusión absurda. Una quimera irrealizable: expirar, fallecer, que mas pronto que tarde llegue el fatal desenlace.
Xavier Blanco 2011.
Este es uno de mis primeros micros, me gusta, y aprovecho este mes de Agosto, que tenemos nuevos visitantes por el CALEIDOSCOPIO, para reponerlo, como aquellas sesiones dobles de cine de verano...disculpas a los mas antiguos, a esos amigos fieles que ya hace meses que transitáis por estas páginas.
¿Un cine de verano, con reposiciones? ¿Hace cuanto no voy a uno con lo que me gustas?
ResponderEliminarDe modo que gracias por el intento.
En cuanto al micro. Jo, mira que sólo desear toda la eternidad justo justo lo que es imposible.
No sé si los humanos somos tontos o burros pero nos complicamos la vida hasta el infinito (nunca mejor dichos)
Un beso
Y sigue en su condena buscando de galaxia en galaxia el beso de una Yami estelar.
ResponderEliminarLuisa, el ser humano siempre buscó el elixir de la vida eterna. ¿Habría algo mas terrible que vivir siempre, que una vida sin fin?
ResponderEliminarGorka, me alegro de verte por aquí, de nuevo.
Un abrazo a los dos.